“Lena consigue con “Hormigas en la lengua” recuperar el milagro de lo que significa en su esencia la escritura novelística: mutación, quiebre, perplejidad, encantamiento”. Juan Carlos Méndez Guédez
Abrazar la poesía y la escritura en América Latina, ha sido por décadas un espacio donde lo femenino tiene su acento propio. Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Cristina Peri Rossi, María Calcaño, Ana Enriqueta Terán, Ida Gramcko, voces femeninas, quienes contaron en su tiempo, aquello que sintieron en la búsqueda de respuestas a la vida: conciencia y sueño; razón y sensibilidad; mentira y autenticidad; amor y soledad.
La venezolana Lena Yau, honra estos genes “Paladeamos sonidos que nos cuentan y paladeamos texturas que nos hacen”’, porque su narrativa y sus versos son la mesa servida para sus pasiones: la degustación y la escritura que se trasmutan y se deleitan. Acaba de publicar su primera novela con sello estadounidense Sudaquia, Hormigas en la Lengua (2015) y dos poemarios por la editorial Gravitaciones de España, Del Hambre y Trae tu espalda para hacer mi mesa.
Pero ¿Quién es esta catadora impenitente y prolija degustadora? “Me lo pregunto todos los días. Una mujer que probablemente desplaza algunos roles para abrazarse a la letra. La ajena y la propia. Alguien que se siente más texto que otra cosa. Lo de “catadora impenitente y prolija degustadora” me lo puse yo, siempre me muevo en clave de humor y tiendo a reírme de mí misma. Lo cierto es que siento pasión por catar y degustar, sean sabores o sean letras”.
Yau define la palabra como su vínculo con el mundo. “Desde las líneas entiendo el afecto, me comunico recreando lo que veo. Amo desde la hoja en blanco: la lleno, busco otra, la lleno, busco otra, la lleno. Necesito el sonido de lo escrito. Soy una escritora lectora con circunstancias biográficas que quizás no atiende como debe o quizás lo hace de un modo inusual. Escribir, leer, respirar son una misma cosa”.
Periodista e investigadora, licenciada en Letras y Master en Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello. Investigadora y asesora literaria de El sabor de la eñe. Glosario de literatura y gastronomía. (Instituto Cervantes, 2011) Madrid y Columnista en el diario El Nacional, Caracas, Lena Yau siente que su paso por las aulas le dio algo que nunca imagino apreciar tanto: el latín. “Pero estoy segura de que si hubiera estudiado otra carrera, una muy diferente, química, por ejemplo, habría tenido el mismo oficio de escritora. Yo veo lenguaje en todas partes, todo me lleva a la literatura”.
“Siento que toda lectura me ha dejado huella porque todo es un discurso, una voz. Desde las vallas publicitarias de las autopistas caraqueñas a los suplementos de Archi. O de libros tan disímiles como las obras completas de García Lorca a libros sobre la obra de Salvador Dalí. Esas fueron mis primeras lecturas. Fui lectora precoz y por fortuna mis padres y mis familiares no cribaban mis lecturas. Me dejaban leer lo que yo pedía. Reconozco la influencia de la poesía en mi narrativa y la influencia de novelas y cuentos en mi poesía. Los géneros que trabajo no son puros, se invaden”.
Venezolana por nacimiento de raíces españolas y residenciada en Madrid, Yau conjuga la cocina con el lenguaje, mordisquea las palabras, cata los verbos, hace de la comida una forma de amor. “Abordo el universo alimentario como contexto, como manifestación cultural, como una perspectiva para entender la historia, como actividad que esculpe al ser humano por dentro y por fuera. Escribir sobre ese universo no fue una decisión o un proceso consciente. Filtro la realidad a partir de las letras y de la comida, tanto en vigilia como cuando sueño. La comida tiene peso simbólico en mi decodificación. Siempre está. Supongo que ese peso se hizo mano invisible que me guió a lecturas que se trasformaron con el tiempo en ficciones temáticas…”
Saborgar
Hizo girar el molinillo sobre la palma de mi mano
Lloviznó polvo pimienta.
Dejó correr el aceite de olive.
Me ordenó buen provecho.
Me lamí descarada mirando sus ojos.
Fuimos dos perros
En esa noche memorable.
“Vivo en un país que me he creado”
Lena fluye en un universo donde la sensualidad tiene sabores y texturas, donde los países se olfatean e identifican por sus comidas y donde incluso la nostalgia tiene gusto.
“De mi niñez recuerdo la vida en un Chacao lleno de inmigrantes europeos, la presencia del Ávila y del mar, la ciudad como espacio que crece incesante, el habla, los juegos, los sabores. No he escrito nada que recuerde mi adolescencia, quizás porque esos años me mudé de ciudad y viví el cambio muy mal, como una especie de destierro. Regresé a Caracas a los 18 años y ya no la dejé. Digo ya no la dejé porque estando en Madrid, estoy también en Caracas” relata Yau.
-¿Dos países forman parte de tu esencia y de tus raíces, cómo te nutren, como te afectan, como te acoges a la esperanza de dos pueblos distintos?
“Siempre digo que vivo en un país que me he creado. Ese país resulta de la suma de Venezuela, de España y el cielo que cubre el mar que media entre ambos. Es como vivir en una casa muy larga. Cuando estás de un lado, miras hacia el otro. Buscas, quieres, sueñas con lo que ves enfrente. Y cuando cruzas a ese lugar añorado, ves el dejado. Entonces buscas, quieres, sueñas con lo que acabas de dejar. Me nutren en el deseo, me alargan la mirada, me invitan al impulso, me regalan un redescubrimiento constante, me plantan una distancia que me obliga a crecer, me dan pertenencia móvil, un sentido del arraigo que es dinámico y que me permite intercambiar piel, voz y perspectiva”.
“La vida es muy corta para vivirla en trincheras y barricadas”
“Nada de lo humano le es ajeno”’, y ante la muerte de cientos de inocentes en tierras cercanas a una de sus pertenencias móviles, París, Lena escribió: “Esto es algo que se mete debajo de la piel y no se va nunca. Quién haya vivido en países castigados por el terrorismo lo sabe. Han pasado años de los atentados de Madrid y todavía hay calles que no me atrevo a pisar. No puedo pasar por Atocha sin estremecerme. La mezquita donde los terroristas dejaron el video está muy cerca de mi casa. La veo a diario y las imágenes de esos días me atropellan. El horror abre heridas que nunca cierran. Ese es el efecto. Más allá de las muertes, más allá de los heridos, más allá del infierno que crean durante unas o muchas horas, está la piel que nos abren con un látigo invisible”
“Nos defendemos de un monstruo que no podemos ver. Me superan el «doctismo», la «toguitis», la «moralitis», la «extrapolitis».Esa capacidad para señalar. Recen, piensen, pongan fotos y banderas, hagan aquello que les cause alivio, aquello que sirva de grito, aquello que los haga sentir momentáneamente a salvo. Pero no olviden jamás que no hay terrorismo bueno y terrorismo malo. Terrorismo es terrorismo. Hay sol este domingo. Me cuesta mucho respirar, me cuesta mucho no llorar, me cuesta mucho no atormentarme con el mundo que dejamos a los que vienen. Pero no puedo ser rehén del miedo y del dolor que otros escogen para mí, para nosotros. No debemos permitirlo”.
-Cuando el mundo, cómo ahora arroja su peor rostro, su tragedia, aquéllas cosas que desciende al ser humano , ¿Cómo se siente la mujer Lena y la escritora?
La mujer se siente herida y confundida pero fuerte.
La madre se siente preocupada por el mundo que le dejamos a los que vienen.
La escritora se siente comprometida pero alejada de toda militancia.
-Terrorismo es una palabra que se dice en voz baja, que nos despierta con susto, que nos lanza al miedo. Lo has vivido, ¿cómo lo sobrevives?
“Lo he vivido en Madrid con dos caras. El terrorismo de ETA y el terrorismo islámico. No me ha tocado físicamente. Anímicamente, sí. El miedo se mete debajo de la piel y no se va nunca. Las imágenes permanecen también. Lo sobrevivo incorporándolo como parte de mi experiencia vital. Sobrevivimos a la muerte de los seres queridos porque aprendemos a vivir con la ausencia. Con el terrorismo es parecido. Aprendes a vivir con los recuerdos, intentas ver otros ángulos, la solidaridad, por ejemplo. La unión. La fuerza de la gente que quiere tranquilidad. Y sobre todo entiendes la idea de la paz en toda su dimensión y en toda su esencia”.
Lena se deleita al intercambiar con sus lectores. “Me gustan las presentaciones y los encuentros porque es algo que disfruto mucho. El encuentro con quien lee me llena de alegría y me nutre. Disfruto mucho conocer sus lecturas porque cada lectura hace crecer al libro leído. A su manera el lector también escribe”.
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