Cuantas personas has tenido que despedir, con un gran nudo en la garganta, porque se marchan a otros lugares en busca de nuevos horizontes, nueva cultura, idioma, lejos de su tierra natal. Esos amigos de toda la vida, amigos con los cuales creciste, viviste tu niñez y aun de grandes son los amigos del alma. Al parecer para Latino América esto al escucharlo y verlo es muy común , pero los corazones de nuestra gente no se acostumbran a esas despedidas.
Sabemos que se van nuestros amigos, familiares, que buscan un mejor porvenir, sus familias deciden partir,dejar todo aquello que construyeron por años, no solo lo material, aún más importante, una vida y sus afectos, sus seres queridos, vivencias, y planes a futuro en común que no llegaron a cumplirse. Toca emigrar con una maleta cargada de esperanza y de un regreso de algún día.
Se dice fácil expresarlo así, pero cuando lo vives en cada familia , y cada ser en Latino América lo expresa,no es nada fácil, ¿Por qué? Por qué se comienzan a vivir duelos uno tras otro de despedidas de tu entorno sin vuelta a tras. La mente, las emociones, los sentimientos se desconfiguran para tomar una nueva forma de vivir en un nuevo hoy , esa gente con quienes compartiste tu diario vivir que ahora los separa miles de kilómetros y distancia área.
Se habla muchos de quienes parten, pero poco de quienes se quedan que en una tarea de igual forma para crecer y aprender vivir en este viaje de la vida.
Cuesta explicarlo, pero seguro que se entiende por qué todos en alguna medida lo hemos experimentado. Hay despedidas que son para valientes, esas que dejan vacío, que después nos costará llenar o que ya no llenaremos. Cuesta enfrentarse a lo desconocido, cuesta salir de nuestra zona de confort, cuesta acabar porque cuesta saber que tenemos que empezar.
La magia de decir adiós rara vez se ve en el momento que lo hacemos, la magia está en todo lo que viene después, en todo el mundo de posibilidades que se nos abre al comenzar algo nuevo, en todo aquello que nos espera cuando sanemos las heridas. La magia del adiós es que suele llevar de la mano un saludo posterior.
Si aprendemos a saber llevar este vacío, si no lo hacemos más grande de lo que debe ser, si le damos el espacio que necesita, si nos permitimos llorar en caso de que lo necesitemos y tomarnos un tiempo para sanar, estaremos preparados para lo que venga. Las despedidas no son fáciles, pero al hacerlo aprendemos a curarnos y cuidarnos. Aprender a decir adios es crecer.
Pueden leer en La Nota Latina/ La Nota-Latina.com
¿Por qué existen relaciones de hermanos fracturadas?
- La suegra: ¿Amiga o enemiga? - noviembre 6, 2024
- Aprender para crecer: La clave del progreso personal y profesional - octubre 9, 2024
- Rompiendo con el narcisismo: Señales de alerta y cómo sanar - septiembre 24, 2024