En artículos anteriores relacionados con las emociones que rodean estas fiestas de Navidad y Año Nuevo, comenté que las mismas hacen aflorar diferentes emociones. La alegría, entusiasmo, esperanza, compartir afectos pueden estar a la orden del día, al igual que la melancolía, la tristeza, la desesperanza y el desánimo. Una de las condiciones que inducen las emociones displacenteras son las ausencias de personas queridas, dado por separación afectiva, geográfica o física, debido a la muerte.
Las costumbres sociales han estimulado la idea de estas festividades decembrinas, haciendo un especial énfasis en la unidad familiar o reunión de los afectos significativos. En muchas oportunidades y con una magia inusitada, se desvanecen dificultades, se hace un alto a problemas familiares y personales significativos, en nombre del espíritu decembrino. Un afecto desmedido genera una necesidad de cercanía que se ve frustrada cuando ésta no es posible, independientemente de las causas. Comienzan los duelos a manifestarse o enfatizarse y a ensombrecer la experiencia que las condiciones que rodean a las personas pueden ofrecerles.
El acercamiento como tendencia
No puede ni debe obviarse el sentido común o lógica que debe regir nuestra vida cotidiana. Ninguna época en sí misma, puede hacer cambio definitivo en una pauta de relación. Me refiero, específicamente, cuando existen problemáticas o fracturas entre personas. Y no es que no puedan solventarse, pero es parte de un proceso de revisión personal para identificar las condiciones que dieron lugar a la discordia y evaluar si se repara o no. La emocionalidad de estas fechas puede generarnos una tendencia afectiva al acercamiento, sin embargo, no trabajará la causa que generó el problema. Además, debemos tener en cuenta cuál es el proceso de la otra persona, la cual, puede no estar en la misma sintonía afectiva. Por tanto, si existen diferencias en una relación que han llevado al alejamiento, esta fecha que sirva para reflexionar racionalmente al respecto y tomar decisiones de un avance progresivo en cuanto a retomar la relación o, en definitiva, a dejarla.
Con las separaciones físicas, en el caso de quienes tuvieron que partir a otras zonas y se encuentran alejados, se debe entender que iba a ser una consecuencia natural el estar separados. Las decisiones tienen consecuencias y no es adulto quedarse atascado en el dolor de una separación que fue decidida, donde ni el que se queda, ni el que se aleja, disfrutan de las circunstancias que le rodean, perdiendo doblemente. Sin embargo, este tipo de distancias puede ser solventada por el uso de medios electrónicos y el internet que puede permitirnos tener en imagen y hasta compartiendo, a ese ser querido que no está en nuestro mismo espacio. Es importante resaltar que esos afectos existen, pueden estar presentes porque afortunadamente la tecnología nos ha dado una enorme ayuda al respecto.
Las tristezas que dejan las desapariciones definitivas debido a la muerte tienden a ser las que las personas dan por irremediables. ¡Imagínate! Se murió, mamá, papá, mi esposo, mi hijo… El que la muerte como hecho totalmente natural no haya sido aceptado por muchos, no es un problema del evento sino de nosotros mismos. Y es importante aclarar: no se intenta descalificar o cuestionar el dolor o la tristeza natural que la ausencia de otros genera, o si se está experimentando porque la experiencia es cercana a estas fechas. Sin embargo, con los que ya no nos acompañan en esta existencia solo queda recordar y apreciar su presencia en nuestras vidas, lo que aportaron, cómo nos hicieron sentir y lo que con ellos aprendimos. Aceptar que los ciclos comienzan y terminan, siendo importante resaltar cómo fue dicho ciclo, más si no están con nosotros.
Como el año que está por finalizar, con nuestra vida, espacios y relaciones, ocurre lo mismo. Todo cambia, pero también, todo elemento vivo tiene inicio y tiene final. Permitámonos el análisis y la evaluación constante de nuestra vida, nuestras relaciones y circunstancias, aprendiendo a disfrutar lo que tenemos y vivir satisfactoriamente sin aquello que no tenemos. Haciéndolo una práctica constante nos permitirá estar en armonía con nuestras circunstancias internas y externas, la mayor parte del tiempo. Evitemos que época alguna nos dirija emocionalmente; por el contrario, estemos dispuestos a disfrutarla desde las condiciones que nosotros le otorguemos.
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