Como si fuera la Habana, Cuba, la otrora tranquila Isla de Margarita, Venezuela, referencia de buenas costumbres, se ha convertido en un destino para la prostitución.
En la década de los años 90 cuando ejercía el periodismo en Caracas, fui dos veces a La Habana, Cuba, enviada por la corresponsalía donde trabajaba en un diario de la ciudad de Maracaibo, en cuya oportunidad presencié y escuché testimonios que después de tantos años he confirmado. Esas cosas que se cree les pasan a otros, pero no a ninguno cuando las presencia y solo las escucha, pero no las vive.
Recuerdo que fue un viaje entretenido por los compañeros y colegas de otros periódicos que también fueron seleccionados para hacer la incursión en el país de la dictadura con el lastre por más de 50 años arruinando la vida de sus ciudadanos y rociando el ácido de pobreza en el rostro de la ciudad y sus habitantes. Sin duda, llegar de noche, vía directa a Varadero, sin pasar por La Habana, cualquiera se lleva una impresión muy distinta a transitar La Habana, sus calles, casas derruidas, pobreza por donde se voltea la mirada.
En Varadero tradicionalmente se hacen los festivales turísticos de Cuba, donde mayormente asisten franceses, españoles y otra cantidad de europeos. La cara oscura del comunismo se limpia en Varadero para conquistar los corazones de turistas, mucha complacencia, comida en abundancia, placer y más placer, comer langosta a la orilla de la playa, tomar el ron cubano, entre otros, es parte de la diversión, pero a los de adentro solo se les ilumina el rostro cuando casi pegan un grito con la mirada, como diciendo: ¡Ayúdenme a salir de este infierno! A veces los presagios y lo que está marcado por el destino de cada persona son muestras de un todo, allá y más allá suelen suceder episodios que hasta el más privilegiado cree que no le va a pasar nunca. Pero pasa.
En La Habana, cargada de toda la curiosidad periodística, transitamos no solo El Malecón en horas inapropiadas por el hampa, drogadictos y prostitución, sino que advertimos a niños pidiendo “chiclet” porque no lo conocían, un poco más allá, mujeres embarazadas se ofrecían a los turistas para comprar comida y obtener leche para sus otros vástagos. Lo que nunca entendí que ciudadanos cubanos jóvenes nos pedían pastillas de jabón porque tenían dos o tres días sin bañarse, clamaban por comida, ¿por qué? Ese día no habían desayunado.
Volver a Caracas significó echar los cuentos que había presenciado y que siempre dudé de la veracidad de lo que contaban los cubanos. No podía entender que la gente pasara tantas calamidades. Obviamente, cuando uno crece y se desarrolla en un país democrático, cuesta aceptar la barbarie que ellos, los cubanos, han vivido y hoy, los venezolanos, estamos en el mismo proceso. Lo que parecía mentira hace tantos años atrás, hoy, día a día, se confirma, lo vivo y lo suscribo, hasta el punto de encontrar que nuestra Isla de Margarita, es un claro reflejo de la descomposición generada por el fascismo y la esclavitud impuesta por esa plaga diabólica castrense que permanece vigente en la isla.
La prueba de la realidad actual en Margarita, testimonio cruel y vergonzoso, copia exacta de La Habana, es este:
@susanamorffe
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