He escrito mucho sobre la suerte porque todos seguimos pensando que los designios del destino nos son desafortunados, mientras que a otros les regala ocasiones que nos gustaría a nosotros. En varias aproximaciones al concepto de la suerte tejí varias líneas: en alguna ocasión renuncié a lo mágico en beneficio de un concepto cajón desastre, un concepto vacío, en el que meter a lo que no podemos explicar de momento y a lo que llamamos suerte. Por otro lado, hablé también que existía una incidencia del azar, del caos.
En cierta forma sí había una entropía incontrolable que podía beneficiar o perjudicar de forma aleatoria y que se denominaba en otra época lo fortuito. Pero incluso así terminé delimitando a la suerte, en otra línea, como el resultado de una ecuación. La suerte es un resultado y no un elemento. Tenemos suerte una vez que esta ya se ha producido y no antes de eso. Es decir, podemos decir que tenemos suerte una vez nos ha tocado la lotería y no antes. Luego la suerte no existe antes de ser un resultado. Antes de ello está el azar y ese conjunto de cosas que atribuimos a la suerte porque aún no podemos explicarlas y que nos conducen a una incertidumbre con la que jugamos a la predicción. Pero hay más.
En otra ocasión, siendo entrevistado, consideré que en la incertidumbre se dan dos situaciones: la preparación y la oportunidad. No podemos controlar cuando se va a dar la oportunidad (el azar) pero sí podemos controlar si vamos a estar preparados o no para cuando se produzca. Si nuestra preparación es buena, la oportunidad nos conducirá a la suerte y dejaremos atrás a la incertidumbre. Es por esto por lo que la mejor estrategia contra la mala suerte es la preparación y estar disponible para cuando vengan las oportunidades.
Hagamos una paradoja: la del surfista. El azar es como el mar, no para de traer olas. Nunca sabemos cómo van a ser, pero en alguna de las olas puede que venga algo inesperado. Algunas veces será malo y otras bueno. La única forma de disfrutar de las buenas olas es estar junto al mar, esperando y con una buena preparación. Creo que con la paradoja del surfista podemos entenderlo. El surfista debe entrenar y observar el mar para cuando llegue la gran ola. Eso debemos hacer con nuestras vidas. Dejar de ser unos ignorantes sobre aquello que consideramos nos trae mala suerte y tener formación para preparados para cuando nuestra oportunidad.
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