La muerte de Anthony Ávalos: cuando la familia es el verdugo | La Nota Latina

La muerte de Anthony Ávalos: cuando la familia es el verdugo

Es parte de la realidad, lamentablemente. Los miembros de la familia, particularmente los padres, responsables del cuidado y protección de los hijos, llegan a contradecir esta función hasta el punto de hacer completamente lo opuesto: aniquilar a uno de sus miembros. En esta historia le tocó la fatal experiencia a Anthony Avalos, un niño de 10 años quien murió el pasado 21 de junio en la emergencia de un hospital en la ciudad de Lancaster-California, E.E. U.U.

 

Los paramédicos que llevaron al niño al hospital luego de la llamada de su madre, quien afirmó que el niño se había caído, indicaron que encontraron al niño en el piso, inconsciente, sin latidos cardíacos ni pulsaciones. El parte médico indicó que el cuerpo del niño estaba cubierto de hematomas y cortes, hemorragia cerebral y una lesión cerebral traumática. El fiscal del caso detalla que el niño recibió malos tratos y tortura por parte de su padrastro, que muchas veces sus hermanos eran obligados a pegarle o a vigilar que cumpliera castigos como quedarse parado sin moverse, no poder ir al baño o arrodillado sobre arroz.

La prensa habla del supuesto motivo que pudiera haber dado lugar al maltrato que el niño recibió, pero, la información más llamativa indica que existían denuncias de maltrato desde el año 2013. El niño había sido apartado del hogar, el padrastro tenía antecedentes penales por violencia doméstica y actores sociales como maestros, consejeros y una tía, habían alertado a la institución gubernamental encargada, sobre la sospecha de existencia de abusos hacia el niño.

Los casos de Anthony son más de lo que nos gustaría pensar. En las familias existen actos de aniquilamiento hacia uno o varios miembros. Pueden ser generado por uno, lo más común, o varios miembros hacia uno o varios de ellos, como se evidenció en el caso de los Turpin, tratado en esta columna el pasado mes de enero https://lanota-latina.com/28227-2/ . En esta oportunidad vuelvo a ratificar brevemente los conceptos allí emitidos y agregar otros no abordados y que se manifiestan con claridad en este caso.

  • Estamos ante la presencia de la expresión extrema de violencia familiar que llega a la letalidad para el miembro maltratado. No es la más común.
  • Se ratifica la negación de la finalidad familiar de preservación de sus miembros y se ubica en el extremo de perjuicio de estos.
  • Se evidencia el uso de la fuerza/poder que de los adultos (padrastro y madre), para dañar abierta y directamente al niño bajo la escusa de sanción o reprimenda por una acción “inadecuada”.

Sin embargo, cabe destacar tres aspectos altamente preocupantes: La participación de los hermanos en las acciones de maltrato, la evidencia que era una vivencia reiterada en la vida del niño y, la existencia de denuncias al respecto, de agentes sociales como escuela y familiares, habían realizado años atrás.

La muerte de Anthony es un hecho muy lamentable. Su vida terminó con experiencias de alto sufrimiento y angustia. Sin embargo, terminó. No así la vida de sus ocho hermanos que, con edades comprendidas entre 11 meses y 12 años, llevan en su mente con mayor o menor conciencia una trágica experiencia que será imposible eliminar de su historia de vida. La experiencia de haber sido espectadores del horror vivido por uno igual a ellos, deja una marcada vulnerabilidad e inseguridad en estos niños. En el caso de quienes fueron obligados a actuar como verdugos y cooperaron con tal situación, la pauta de agresión actuada como forma de oprimir a otro. La combinación de emociones de miedo, ansiedad, culpa, ira y frustración se cierne sobre el futuro emocional de estos ocho niños, en una combinación muy particular, la cual no puede ni debe quedar sin la debida supervisión profesional, que debe ser de larga data, por cierto.

Como explico en el Modelo Generativo de Violencia Familiar (MGVF)*, la violencia familiar siempre tiene antecedentes a ese acto público que la delata. En este caso, no era ese momento inicial que se desdibuja en el pasado, por el contrario, se muestra un inicio documentado en forma de denuncias. Pero, así como la violencia familiar tiene antecedentes, también se mantiene dentro de la practica familiar por un mecanismo de repetición, habituación y reforzamiento que condiciona a miembros y no miembros.  Se acostumbran los que conviven directamente con ella, pero es que también lo hacen quienes conociendo y sabiendo lo nocivo de la experiencia “aceptan”, como un hecho irremediable, que la misma esté en ese conjunto de vivencias que “ocurren” dentro de la familia.

Por último, se encuentran las denuncias de maltrato con una antigüedad de 5 años, donde se evidencia una práctica abusiva que familiares y extraños notaban y así lo reportaban a las autoridades competentes. Sin embargo, el niño continuó en una familia que le dio vida, pero que también se la quitó. Se indica que hubo separación del niño del hogar, tratamiento de la madre y el padrastro y el reintegro del niño a la familia. Independientemente de las responsabilidades particulares que funcionarios puedan poseer, está claro que el estado falló. Se entiende que existe el error humano, pero ¿Qué pudo pasar a los profesionales encargados, normalmente formados en este tipo de problemáticas? ¿Cómo fueron desatendidas tantas señales y lo que es más aún, tantas denuncias?

Es importante que las respuestas se conozcan para mantener en la ciudadanía la confianza en las instituciones que velan por su seguridad y bienestar. Es importante que como sociedad tengamos la clara certeza que estos eventos no quedan impunes. Es la Ley quien determinará responsabilidades e impondrá las sanciones para ratificar, que atrocidades como las vividas por Anthony Ávalos, no son permitidas de ninguna manera.

 

*Modelo Generativo de Violencia Familiar (Paz, 2011)

 

 

 

Cristina Paz
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