¡Mentimos! Esa es la cruda realidad. Diversos estudios indican que podemos decir entre 4 y 200 mentiras en 24 horas, ¿Cómo les quedo el ojo? Imaginen si cada vez que mentimos, nuestra nariz creciera como la de Pinocho, estaríamos en un verdadero aprieto, ¿verdad?
La realidad es que todos mentimos en algún momento de nuestras vidas, ya sea para proteger los sentimientos de alguien, lo que a menudo llamamos «mentiras piadosas», o para lograr un beneficio personal. Quienes afirman que siempre dicen la verdad probablemente están, en sí mismos, envueltos en una pequeña mentira. No tenemos ningún problema con eso, después de todo, cada uno es libre de actuar como considere adecuado.
Sin embargo, gentiles lectores, donde las cosas se complican, es cuando alguien va más allá y jura por lo sagrado, por Dios. Recientemente, me encontré en una situación donde alguien me mintió directamente, y en mi país, frente a tales circunstancias, solíamos decir: «Te vieron cara de poceta (inodoro)». Lo que me dejó perpleja no fue la mentira en sí, sino la elaborada narrativa que la acompañaba, incluso con menciones que Dios siempre le habla en sueños. Es ahí cuando puede resultar un tanto difícil de creer. Aunque respetamos las creencias de cada persona, Dios podría estar ocupado en otras tareas más importantes que instar a mentir, ¿no creen?
Esto me llevó a cuestionarme las motivaciones subyacentes detrás de la mentira. Finalmente, me di cuenta de que, en última instancia, las redes sociales, a las que a veces recurrimos en busca de validación, la exponía. Como dice el refrán, «la mentira tiene patas cortas», y tarde o temprano, la verdad sale a la luz por sí sola.
¿Por qué las personas mienten cuando ser sinceros parece ser la opción más sencilla?, y ¿cómo algunas personas utilizan el nombre de Dios como excusa para justificar sus mentiras? Las razones detrás pueden variar ampliamente: Protección, beneficio personal, evitar conflictos, autoimagen, encubrimiento, complacencia, pero tocaremos la excusa religiosa, aplicada en este caso, que plantea preguntas relevantes sobre la ética y la moralidad.
Es esencial que las personas que emplean la religión o el nombre de Dios como excusa para mentir reflexionen sobre sus acciones y motivaciones. La religión a menudo enfatiza la importancia de la autoevaluación y la responsabilidad personal. En lugar de buscar justificaciones externas para la mentira, es valioso que cada individuo examine su propia conciencia y decida actuar de acuerdo con sus valores más profundos.
La sinceridad, aunque a veces difícil, es un camino hacia la verdad y la autenticidad. Ser honesto consigo mismo y con los demás lleva a relaciones más genuinas y significativas. Si bien puede ser tentador recurrir a la mentira en situaciones difíciles, a menudo es la honestidad la que finalmente nos permite crecer y superar obstáculos. El que miente no se engaña más que así mismo, así de sencillo. En la Biblia ese gran libro al que hacemos referencia, engañar, no está bien visto. “El labio veraz permanecerá para siempre; Más la lengua mentirosa solo por un momento”. Proverbios 12:19
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