Son incontables las veces en que vamos por la vida comparándonos con otros sin siquiera percatarnos de ello. Vemos sus logros, sus aciertos, sus progresos, sus pertenencias y creemos que nos corresponde hacer exactamente lo mismo. La realidad es que todo es relativo.
La ley de la relatividad establece que todo es relativo; por lo tanto, no hay absolutos. Esto quiere decir que todas las cualidades y atributos que podemos asignar a algo o a alguien no son acertadas al 100%, puesto que van a ser dimensionales basándose en aquello con lo que está siendo contrastado. Veamos algunos ejemplos.
Una casa de 3 habitaciones parece grande comparada con un apartamento estudio de una sola habitación; pero si la miramos al lado de un castillo de 10 habitaciones, entonces esa misma casa pasa a ser considerada una casita pequeña.
Un carro es grande en comparación con una patineta. Sin embargo, el mismo carro es diminuto cuando lo colocamos al lado de un tren de carga o de un barco tanquero.
Podemos considerar que una persona corre rápidamente cuando va corriendo al lado de un gatito o quizás huyendo de un perro feroz; y es esa misma persona quien pareciera correr sumamente despacio cuando está tratando de alcanzar un carro que va a velocidad normal. No obstante, ese mismo carro que puede alcanzar muchas millas por hora no puede llevarnos de un lugar a otro tan rápido como nos llevaría un avión.
Y así podríamos continuar ejemplo tras ejemplo. Ahora bien, veamos la importancia de comprender todo esto explicado con anterioridad.
Cuando nos comparamos con otras personas (sin importar quienes sean), estamos dejando de correr nuestra propia carrera, de avanzar a nuestro propio paso o de aceptar lo que nos hace individuos únicos y particulares. Automáticamente, nuestros ojos se posan en las vidas de otros, empieza de forma inevitable una descalificación para con nosotros mismos aún ese no sea el propósito.
Desde ese lugar de comparación con otros siempre sentimos que alguien tiene más, alguien es mejor, o que tienen más capacidades o más oportunidades que las que podríamos nosotros. Y es así como finalmente terminamos arropados de desmotivación porque parecería que todo es mejor para alguien más. El césped del vecino siempre termina siendo más verde que el nuestro.
Por eso quise explicar la ley de la relatividad, pues al final, todo es cuestión de percepción con base en algún opuesto.
¿Pero qué pasaría si comenzáramos a aplicar comparaciones para con nosotros mismos? ¿Cómo nos sentiríamos si comenzáramos a ver nuestras propias acciones y a medir nuestros propios progresos usando el compararnos con momentos o circunstancias previas pero de cada uno de nosotros?
Esto es exactamente lo que ponen en práctica los buenos atletas. Van observándose a sí mismos, creando parámetros de mejoramiento y hacen comparaciones con sus propios rendimientos anteriores. Así es como van ejercitando acciones para seguir consiguiendo mejores desempeños y convirtiéndose con cada práctica en mejores atletas.
La invitación es clara y contundente a que hagamos lo mismo, aplicado a las áreas de nuestras vidas. Aquí te dejo algunos pasos concretos:
- Comienza desde ya a definir en qué aspectos de tu vida quieres avanzar o mostrar algún tipo de mejoramiento.
- Identifica y establece dónde te encuentras el día de hoy, así como qué sería el resultado de dicho avance.
- A partir de ahí comienza a registrar cada una de tus acciones específicas y ve midiendo cómo vas progresando.
- Toma en cuenta ajustes que necesites hacer, pero mantén tus parámetros de comparación enfocados hacia ti, para contigo y sin detenerte a mirar lo que hacen los demás.
- Celebra cada pequeña victoria y cada avance que vayas sintiendo lograste.
En definitiva, se trata de cada uno de nosotros compitiendo consigo mismo. Y al hacerlo estamos manteniendo el enfoque en nuestras propias vidas.
Es así como la comparación pasa a ser entonces una herramienta utilizada para autoevaluarnos mirando nuestros propios progresos, comparando donde estábamos o cómo lo hicimos anteriormente. Esto nos permite darnos cuenta de cuánto realmente habremos avanzado y nos hemos estado desarrollando.
Ante esta evidencia innegable no tendremos excusas para sumirnos en esas otras actitudes previas qué obviamente no nos aportan nada; por el contrario, este simple ejercicio de implementar la auto-comparación nos servirá como un resorte impulsándonos hacia cada mejora que queramos hacer para con nosotros mismos y en cualquier área de nuestra vida.
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