Dentro de la concepción más tradicional de familia, ésta obtiene dicha cualidad cuando los hijos aparecen en escena. Y estando o no de acuerdo con esta postura, lo que todos los autores apoyan es que la presencia de los hijos en la historia familiar marca un antes y un después, no solo al grupo que se inició con la pareja, sino para el hombre y la mujer como seres humanos, quienes ahora ostentan el rol de padres.
Tener el primer hijo es un acto estelar en la vida humana, en primer lugar, porque estrena a la pareja en las nuevas funciones que nunca más dejaran: la de ser padres. Muchos cambios se pueden dar en la familiar, en su estructura y funciones, pero los hijos y los padres, no se deslastran de esa relación, para beneficio o perjuicio, mientras uno de ellos exista. Hablo del primer hijo, ya que es el que inaugura la condición, sin embargo, cada nuevo hijo viene a aportar mayor complejidad, variedad y prueba de la capacidad de los padres en su parentalidad. La transformación psíquica más importante es el cambio de mentalidad que debe ocurrir en el nuevo padre o en la nueva madre: de una experiencia donde solo tenía que velar por si mismo, a lo sumo, acompañar a su pareja, a que la vida de otro ser dependa literalmente de su cuidado, protección mientras son pequeños, y posteriormente de su orientación, educación y apoyo, cuando ya son más grandes. En pocas palabras, tener a otro siempre presente.
Se debe dar lugar al trabajo conjunto de los padres en ese proceso. La labor de criar un hijo no debe estar bajo el dominio de uno de los padres. Es aquí donde las costumbres y la cultura hacen su presencia. Expresiones como “los hijos son de la madre”, “los hombres no saben dar tetero, cambiar pañales, bañar al niño, etc.”, sientan las bases para una hegemonía materna nada sana, donde en realidad no se está aceptando el rol de igual importancia que tienen los hombres como padres y sus capacidades. Si bien no pueden amamantar, el resto de las tareas puede llevarlas a cabo y muchas veces, y aunque no se quiera aceptar, con mayor destreza que la madre. Considero perjudicial mantener tales estereotipos y prácticas, que han dejado el saldo negativo al alimentar una cultura machista y auspiciar el desentendimiento de los hombres a un rol que le es propio.
En segundo lugar, porque la pareja inicia una nueva etapa en su relación de pareja: la tarea compartida de criar y educar a los hijos, debiendo hacer modificaciones al patrón de relación que ya habían desarrollado. Se convierte esta en una de las transformaciones más importante y más delicada a la vez, que la pareja debe enfrentar en su historia. El compromiso tanto físico como emocional que ameritan los hijos, resta tiempo al intercambio de pareja y transforma los hábitos establecidos. Es un momento crítico donde pueden generarse problemas y hasta rupturas, al no saber enfrentar o no aceptar los cambios.
Es tal la trascendencia de los hijos en la vida de la pareja, que su llegada debería ser una decisión muy seria, racional y responsablemente pensada. Lamentablemente, la realidad indica que en dicha decisión privan más las hormonas, el “deseo de ser padres” sin mayor sustento o la presión social.
En tercer lugar, porque la familia recibe a un nuevo sistema que tendrá participación en la dinámica de la familia: el filial (hijos-hermanos). La familia se complejiza y también los roles de sus miembros, primordialmente el de los padres. Ante la novedad del nuevo rol, deben igualmente, revisarse los límites con la familia de origen y otros elementos extra familiares. La presencia de la familia extendida para apoyar, dar consejos y ayudar en la organización de las nuevas tareas, será siempre bienvenida en la medida que dicha incorporación no sea intrusiva, es decir que aporte sin imponer y siempre respetando los lineamientos que privan en la vida familiar.
Sin embargo, un riesgo mayor es cuando el apoyo es transformado en sustitución, bien sea por subestimación de los hijos a quienes se sienten “inmaduros o pocos capaces” o, cuando los hijos transfieren a los abuelos las funciones parentales como la enseñanza de hábitos, el intercambio emocional, el cuidado prolongado, ya que la atención de momentos se convierte en una permanencia de largas horas y en caso más extremos, en temporadas enteras.
Son diversos los cambios y las dificultades a la que se enfrenta la familia. El tener hijos trae consigo un mundo nuevo de alegrías y una nueva experiencia de amor, sin embargo, no es un cuento de hadas. Tiene que ver más con un maratón que con una fiesta. Y como maratonistas, debemos ser muy conscientes, formados, disciplinados y comprometidos. En la medida que no nos dejamos superar por el sentimentalismo vacío de ser padres y lo asumimos con seriedad, nos informamos y preparamos, tendremos más oportunidad de cumplir eficientemente con la tarea que a mi parecer, es la más importante que ser humano pueda cumplir: formar a otro ser humano.
Twitter-Instagram: @crispaz05
- ¿Por qué es importante la planificación familiar para el año nuevo? - enero 2, 2019
- Las ausencias en las fiestas decembrinas, ¿cómo manejarlas? - diciembre 26, 2018
- Tus regalos de Navidad llegaron antes, ¿los notaste? - diciembre 19, 2018