Se ha enquistado en la sociedad un mal que la consume, ese mal es el cáncer de la indiferencia.
Al principio pensaba (al igual que muchos) que la indiferencia me permitía vivir tranquilo a pesar de todo lo malo que sucedía a mi alrededor, pero he comprendido que no es así.
La indiferencia se apodera con fuerza de la sociedad a medida que se ve enfrentada a realidades incómodas, realidades que por años han pasado desapercibidas a pesar de que sabemos que existen.
La pobreza, la mendicidad, la delincuencia y la corrupción son solo algunas de las realidades que se esfuerzan por esconder los gobernantes, y hacia las cuales hemos decidido ser indiferentes, preferimos pasar frente a ellas y voltear la cara, como si con ello esas realidades dejaran de existir.
Aquellos que no votan (en elecciones nacionales, regionales y locales), permiten que los pocos que votan elijan al candidato que más dinero tenga para aceitar su maquinaría electoral, siendo cómplices de la elección de un corrupto, porque quienes miran para otro lado cuando se comete un delito, son cómplices por omisión.
Se ha confundido indiferencia con tolerancia, pero recordemos una frase de Thomas Mann: «La tolerancia es un crimen cuando lo que se tolera es la maldad», porque una cosa es respetar las ideas, las creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias, y otra que seamos indiferentes a las situaciones difíciles e injustas que viven seres humanos.
Observo con admiración cómo muchas personas son deferentes con otros seres vivos (gatos, perros, toros, entre otros), y luchan por sus derechos y bienestar, pero desearía que con esa misma pasión todos defendiéramos también los derechos y el bienestar de todos los seres humanos.
Cómo puede ser que no nos interesen las noticias sobre los niños que mueren de hambre, sobre los pueblos que viven bajo la opresión de un tirano, sobre los políticos corruptos que se roban el dinero de la nación y convierten en un negocio la salud, la educación, los recursos naturales, y el futuro de sus conciudadanos.
Vivimos en un mundo en el cual no tomar posiciones, permitir que las injusticias continúen y no alzar la voz en apoyo a los débiles, está bien visto.
Ha logrado la minoría desestimular a la mayoría, los violentos acobardar a los valientes, y los corruptos desilusionar a los buenos ciudadanos.
Mirar para otro lado no volverá justo al injusto, honesto al corrupto, ni democrático a un dictador.
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