La familia como constructora del ser social que somos | La Nota Latina

La familia como constructora del ser social que somos

 

Al nacer, el ser humano ya es parte de un grupo primario que posee historia, costumbres y aprendizajes: su familia. Y es en ese ambiente donde adquiere sus primeros recuerdos, realiza sus primeras interacciones, experimenta varios de los más importantes afectos y apegos de su existencia, estructura y toma consciencia de sus características personales. Es en la familia, a modo de laboratorio social, donde establecemos las bases, del ser emocional y social que seremos.

En esta oportunidad, dirigiré la mirada al ser social y particularmente, a ese ser que se comienza a construir y expresar.  Por supuesto, somos seres sociales fundamentados en el ser individual (cognitivo, emocional y espiritual), pero igualmente y casi de modo inseparable, somos seres sociales. Ese ser que se construye y se autodefine en la interacción con otros.

¿Y cómo la interacción en familia forma nuestro ser social? La familia es ese primer grupo de “otros” que, como una especie de espejo, nos va reflejando en cuanto a qué y cómo somos. El modo más común y aparentemente más “natural”, es a través de las calificaciones y descripciones que se proporcionan los miembros entre sí, particularmente, de los mayores a los de menor edad. Les vamos indicando sus características: eres niño, niña, comelón/a, risueño/a, inquieto/a, etc. En un principio y a menor edad, puede que no posean una comprensión cabal de tales denominaciones, pero dadas las circunstancias, gestos y tono de voz con el cual se le acompañan, harán que se sientan agradados y propensos a comportarse de ese modo o, podrán sentirse incómodos y poco claros del por qué, tal denominación, es desfavorable. Al no tener claridad, pueden o bien intentar evitar expresar tal característica o la repetirán igualmente, en un gesto de comprobación o autoafirmación.

Las denominaciones, caracterizaciones y calificativos, pueden tanto beneficiar como perjudicar. Por supuesto, las denominaciones favorables siempre son las aconsejables y las más fáciles de practicar. Sin embargo, son las denominaciones de características desagradables para la interacción, en las cuales debemos prestar mayor atención y evitar ser excesivamente espontáneos.

Al hablar con nuestros hijos, tendamos a ser más descriptivos que calificativos, por ejemplo, en lugar de decir: “eres un desordenado/a”, expresar “hoy no has recogido tus juguetes y están regados por todo el cuarto, se te pueden dañar o perder”. Haciendo de este modo hincapié en el hecho y sus posibles consecuencias, y no en la persona del niño o de la niña, adjudicándole una característica con la cual irá estructurando su autoconcepto y autoestima, así como la cohabitación armónica con otros.

La cortesía y el respeto deben ser principalmente usados en el trato con nuestros hijos, porque es un ejercicio de interacción social favorable donde se practica y se modela el tipo de trato que nuestros hijos deben manifestar con las otras personas, familiares o no. Por tanto, no solo los términos usados, son importantes, sino cómo son usados y cuándo son usados.

En cuanto al cómo, debemos evitar expresarnos con ira o disgusto. Por lo común, nuestras palabras irán acompañadas de tonos altos y gestos amenazantes, como mirada dura y fija, puños encerrados o brazos agitados, que harán sentir inseguros e incómodos a nuestros hijos, no sabiendo cómo obrar. Y, sobre todo, porque lo único que transmitiremos es cómo mal manejamos nuestras emociones desfavorables.

En relación con el cuándo. Dejemos las observaciones y caracterizaciones de comportamientos desfavorables para momentos privados. Esto no significa que ignoremos algún comportamiento desagradable, porque estamos en público. Saquemos al niño o a la niña de la situación y en privado expliquemos la inconveniencia del mismo y quizás también, como hace sentir a quienes le rodea. Esto, con la finalidad de que comprenda que existe un entorno al cual influye.

Son muchos los detalles en la fascinante construcción de ese ser social que somos. Progresivamente los iremos abordando. Pero estemos claros, ese ser social, se forma fundamentalmente, en la familia.

 

 

Cristina Paz
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