¿Arrogancia?! ¡No! Es sabiduría. No te disperses en todos los rincones ni permitas que cualquiera que cruce tu camino tenga acceso a tu espacio interior.
Tu tiempo, tu energía y tu esencia son tesoros que merecen ser guardados con esmero. Ser selectivo no significa cerrarse al mundo, sino cuidar de tu yo interno, alimentándolo solo con lo que realmente nutre y hace florecer. No todos tienen las mismas intenciones que tú, ni todos caminan con la misma luz que emites.
Hoy en día, parecer parte de todo se ha convertido en un requisito social, pero en esa vorágine se pierde la verdadera esencia y el valor de las relaciones auténticas. Muchos solo se acercan para su propio beneficio, buscando aprovecharse de tus atributos o talentos, o simplemente para que los conectes con otros sin valorar la calidad humana de esa conexión.
Muchos, después de haberse refugiado bajo la sombra de tu frondoso árbol y disfrutado de tu frescura, actúan como si nunca te hubieran conocido. ¿La razón? Nunca apreciaron tu apoyo, solo lo aprovecharon.
Ser exclusivo significa ser único, especial y consciente de quién accede a tu vida. También puede implicar un privilegio o un derecho que no está disponible para todos.
Así que recuerda: ser exclusivo no es arrogancia ni ostentación, sino una elección consciente sobre cómo y con quién compartes tu energía:
🔹 Excluye lo que no te suma.
🔹 Sé único, sin necesidad de compararte.
🔹 Cultiva lo que es propio y auténtico en ti.
🔹 Dedica tu energía a lo que realmente importa.
En el ámbito laboral, la dedicación exclusiva implica un compromiso total con una actividad específica, lo que impide dispersarse en otros proyectos. De igual manera, en la vida personal, ser selectivo con quién compartes tu tiempo y espacio es un acto de amor propio y sabiduría.
La sabiduría suele asociarse con la experiencia, pero en realidad, va más allá.
«No te dejes impresionar por tu propia sabiduría. En cambio, teme al Señor y aléjate del mal. Entonces dará salud a tu cuerpo y fortaleza a tus huesos.»
— Proverbios 3:7-8
Existen dos tipos de sabiduría: la nuestra y la de Aquel que lo sabe todo.
🔹 La sabiduría propia puede volverse soberbia y prepotente, creyendo que no necesita la opinión ni el consejo de los demás. Este tipo de sabiduría es peligrosa, ya que lleva a la insensatez y puede causar daño, incluso a las personas más cercanas.
🔹 La sabiduría humana es limitada, porque no podemos ver el panorama completo. Quienes se impresionan con su propio conocimiento, dones y talentos corren el riesgo de fracasar en los aspectos más importantes de la vida, como la familia.
La verdadera sabiduría es humilde y reconoce que siempre hay algo más por aprender. Aun con mucho conocimiento, dones o talentos, todos somos falibles. Los más sabios no son aquellos que creen saberlo todo, sino los que están abiertos a mejorar continuamente.
@Karinafigueroavip
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