Anochece en el planeta, la humanidad se niega a despertar, algunos optaron por dormir, soñaron que se despertaron, mientras otros, dispusieron su libertad para encerrarse en la recámara del fanatismo. Habitamos tiempos paradójicos; actualmente las palabras circulan por las calles del presente, sin transmitir contenido, el idioma se contrae, la imagen convertida en dictadura, monopoliza la comunicación, la gente acude mayoritariamente a rituales de consumo, donde se consume la energía y se consuma el absurdo.
Los tiempos antiguos parecen lejanos, las escuelas de sabiduría, son solo polvo de ausencia, cedieron al furor de la ignorancia que prefiere calcinar todo vestigio de conciencia, y en su reemplazo ofrecer, macabras alternativas de autodestrucción. Ya no hay verdugos, ahora cada uno fue entrenado para cortarse la sensibilidad y pulverizar la esperanza, unos en nombre del progreso o la tecnología, otros imaginando poseer la verdad y hablar el lenguaje de Dios, el resto, habitando paraísos sintéticos, donde arde la salud y se multiplican las cicatrices en la conciencia.
La nueva espiritualidad no sabe de fanatismo ni es afín con ningún sectarismo, presiente que todo fundamentalismo, es un paso al vacío, la nueva espiritualidad es consagrar lo cotidiano y transportar la fragancia del conocimiento, es apagar la ignorancia y militar en la luz del amor incondicional. Es cultivar flores de pétalos transparentes en el jardín del corazón y restituir lo sagrado a la vida, ese ritual multidimensional, donde se acumula el amor y se trasmuta en magia, donde los instantes, ebrios de felicidad, le otorgan otros sabor a la vida.
La nueva espiritualidad aniquila el miedo, abre las secretas puertas del misterio y enciende la mirada del asombro, al constatar que la vida, para quien se ha despertado, es una escuela de conocimiento.
Deja que zarpe el barco del aprendiz, que navegue en el misterio de la existencia, constatando que todo es uno, todo está vivo y que este telar holográfico, se teje con los hilos de la reverencia, en el telar de la vida, purificada por el tiempo. Son frágiles los instantes, se rompen para siempre cuando no aprendemos a convertir el paso del tiempo en crecimiento.
La nueva espiritualidad es fresca y festiva, enfatiza en el aprendizaje y profundiza la comprensión de la trama de la vida. Habita la plenitud y se lleva bien con el humor; es simple y frugal, descomplicada y humilde, habita la felicidad y su aprendizaje es constante. La nueva espiritualidad no sabe de dogmas ni fundamentalismos, es cambio, conoce de eternidades, camufladas en instantes luminosos. Es amiga de la Madre Tierra, con la que se encuentra en citas cotidianas, en las cuales se energiza y purifica.
La nueva espiritualidad posibilita que cada uno construya su camino, e invente su forma de andar, que las manos recuperen caricias extraviadas y silencios abandonados y fabriquen estilos de vida donde la vida sea lo más importante, la misión el norte y el disfrutar, la manera. De esta forma, la eternidad quedará atada a cada instante y el conocimiento a cada día, el cielo volverá a ser el límite, y cada uno el único protagonista de una vida única y repetible.
CHAMALU
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