La comunicación: factor protector de la vida familiar | La Nota Latina

La comunicación: factor protector de la vida familiar

El ser humano es un ser de relación y esa relación está fundamentalmente mediada por la comunicación, por tanto, podríamos decir que la comunicación es la condicionante, en gran medida, de tipo de relaciones que establecemos con las demás personas.

 

La forma como nos comunicamos influye en nuestro autoconcepto, la idea que nos hacemos de otros y las situaciones, experiencia que se traducen en pensamientos, sentimientos, gestos y posturas.

Con mucha frecuencia escuchamos comentarios sobre la falta o los problemas de comunicación entre las personas, normalmente causantes de muchos de los inconvenientes y conflictos interaccionales. El déficit, así como inadecuados estilos al momento de intercambiar verbalmente con otros, se convierten en los factores que con frecuencia inician una disputa entre personas alterando el desarrollo armónico de las relaciones interpersonales. Esto es igualmente cierto cuando hablamos de la familia.

Para Virginia Satir (1916-1978), educadora, trabajadora social y terapeuta estadounidense, ampliamente conocida en el mundo de las relaciones humanas y la terapia familiar, la comunicación es el factor más importante que determina la forma particular de relacionarnos con otros, para poder sobrevivir. Para ella, la comunicación es el proceso de dar y recibir información acompañada de la conducta verbal y no verbal, en la que se debe considerar además, las formas cómo las personas buscan, obtienen, procesan y emiten la información según sea la finalidad.

Para la autora, una persona que se comunica claramente expresa con fuerza su opinión, aclara sus expresiones y pide clarificaciones, así como réplica, pero a su vez entiende que éstas le pueden ser requeridas. Resume las tres habilidades básicas para la comunicación en saber escuchar, retroalimentar y confrontar.

En el caso de la familia, la comunicación es igualmente determinante en las relaciones de sus miembros, desde el recién nacido hasta los adultos. Cada uno recibe formas particulares de dar y recibir información, cómo utilizarla y qué significado darle, creando cada familia un patrón de intercambio con los cuales manejarse entre si y con el mundo exterior, acuñando características familiares en este sentido. Sin embargo, Satir (1986)*, encontró que dentro de las familias se manejan estilos que usan para comunicarse y que responden a una manera de evitar el rechazo o las amenazas del entorno o el medio, pero que no son fijas y pueden modificarse. Ellos son:

  1. El Acusador. Quien en tono y postura corporal expresa desaprobación y enjuiciamiento. La expresión “Nunca haces nada bien”, le refleja.
  2. El aplacador. Quien expresa necesidad de ganarse el afecto o valoración de otros. “Como tu digas está bien, tu tienes toda la razón”, le identifican.
  3. El super razonable. Usa su intelecto como escudo de su vulnerabilidad, manifestando expresiones como “Lógicamente esto puede ser por…..”, “La explicación de esto la tenemos en…”
  4. El irrelevante. Ante una autopercepción de no importar a nadie, manifiesta expresiones sin sentido ante las situaciones. Normalmente se presenta como el distraído con participaciones fuera de lugar.

Podemos encontrar que, en nuestras vidas familiares, alguno o todos estos patrones han sido presenciados y ejecutados, sin embargo, lo que tienen en común es que no ayudan a la convivencia armónica.

Cuando la comunicación es funcional, son muy pocos o inexistentes las preconcepciones o prejuicios y los sobreentendidos, obteniéndose mayor certidumbre de los que nos quieren comunicar.

  • Escuchamos atentamente e interesados en saber qué se nos quiere comunicar.
  • Nos involucramos y estamos atentos a la información que recibimos, por cuanto, cuando asentimos o negamos, lo hacemos con conciencia.
  • Se dan y se piden explicaciones.
  • Se escucha y se pregunta.
  • Somos capaces de resolver y negociar situaciones conflictivas, ya que tendemos a encontrar aspectos comunes y se resuelven dificultades.

Si de esta manera funcionamos en la vida cotidiana familiar, cada miembro poseerá la disposición de expresarse ante los otros sin mayores temores, no importando la información que aporte, ya que se cuenta con interlocutores realmente interesados en comprender, ayudar o solucionar.

Estamos claros que la información más crítica a compartir, es aquella que pueda competir o ir en contra de los valores o creencias establecidos en la familia, sin embargo, si dentro de la misma, predomina la confianza, valoración, disposición a la comprensión y a la ayuda, la tendencia será a compartir tales vivencias, creencias o decisiones  y disminuir la posibilidad de experiencias dañinas y hasta traumáticas por la posibilidad que poseerá el grupo familiar de acompañar a su miembro en el proceso que transita.

*Satir, V. (1986). Relaciones humanas en el núcleo familiar. Editorial Pax, Mexico.

 

Twitter/Instagram: @crispaz05

 

 

Cristina Paz
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