En la cocina hispana de Estados Unidos, la capirotada ocupa un lugar especial cada Pascua. Este dulce tradicional de origen mexicano consiste en un delicioso budín de pan tostado bañado en miel de piloncillo, cargado de sabores cálidos de canela, clavo y frutas secas. Su aroma inconfundible inundaba la casa de nuestras abuelas cada Viernes Santo, anunciando que la Semana Santa llegaba a su punto culminante con un postre casero para compartir en familia. Más allá de su sabor reconfortante, la capirotada tiene un profundo simbolismo religioso. Por ejemplo, el pan representa el cuerpo de Cristo, la miel de piloncillo simboliza su sangre, la canela evoca la cruz y los clavos de olor rememoran los clavos de la crucifixión. Preparar capirotada no solo satisface el paladar, sino que mantiene viva una tradición que une a generaciones a través de los ingredientes y sus significados.
Ingredientes
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4 bolillos (panecillos mexicanos) o 1 baguette grande, preferiblemente de un día antes (pan ligeramente duro).
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2 piloncillos (panela en cono) o ~1½ tazas de azúcar morena.
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2 tazas de agua.
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2 rajas de canela.
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3 clavos de olor.
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½ taza de pasas (u otras frutas secas al gusto, como dátiles o ciruelas pasas).
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½ taza de cacahuates o nueces picadas (opcional, para aportar crocante).
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1 taza de queso fresco desmenuzado o queso tipo Monterey Jack rallado (opcional; tradicionalmente se usa queso añejo o cotija para un toque salado).
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Aceite o mantequilla para dorar el pan.
Preparación
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Preparar el pan: Corta los bolillos o la baguette en rebanadas de aproximadamente 2 cm (1 pulgada). Déjalas orear unas horas o tuéstalas ligeramente en el horno para que se sequen un poco. (También puedes freírlas rápidamente en una sartén con un poco de aceite/mantequilla hasta dorarlas). El pan seco o tostado absorberá el almíbar sin deshacerse.
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Hacer el almíbar: En una olla mediana, coloca el agua, los piloncillos (o el azúcar morena), las ramas de canela y los clavos de olor. Calienta a fuego medio, revolviendo ocasionalmente, hasta que el piloncillo se disuelva y se forme una miel espesa aromatizada (unos 10-15 minutos desde que hierve). Retira del fuego y saca los clavos y las ramas de canela del líquido.
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Formar las capas: En una cazuela de barro o refractario para horno, arma la capirotada en capas. Coloca una capa de rebanadas de pan tostado en el fondo, báñalas con un cucharón de almíbar hasta humedecerlas bien, y espolvorea por encima un puñado de pasas, cacahuates/nueces y unos pocos trocitos de queso. Luego coloca otra capa de pan encima y repite el procedimiento (almíbar + frutos secos + queso). Continúa así hasta acabar con los ingredientes, terminando con una capa de pan bañada en almíbar. Si te sobra almíbar, viértelo todo encima al final para que el pan quede bien impregnado.
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Cocción: Precalienta el horno a 180 °C (350 °F). Cubre la cazuela con papel aluminio y hornea la capirotada durante ~20 minutos, para que el pan absorba el almíbar y los sabores se integren. Después, destapa y hornea 5-10 minutos adicionales, lo justo para que la superficie se dore ligeramente y el queso se derrita. (Si no cuentas con horno, puedes cocinarla a fuego muy bajo en la estufa, tapada, durante unos 15 minutos, cuidando que no se queme.)
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Servir: Deja reposar la capirotada unos minutos tras sacarla del horno; estará muy caliente. Sírvela tibia o a temperatura ambiente. Puedes decorarla con coco rallado o grageas de colores por encima para darle un toque festivo. Cada porción estará impregnada de jarabe dulce con notas de canela, trocitos de fruta, pasa jugosa y el toque sorpresa del queso derretido
Historia
Al probar este postre, muchos sienten que viajan en el tiempo a las cocinas de sus abuelas. La capirotada se ha pasado de generación en generación, especialmente en familias mexicanas y chicanas en EE.UU., que recrean la receta cada Semana Santa. Su preparación a menudo se vuelve un evento familiar: padres, hijos y nietos reunidos en la cocina para tostar el pan, hervir el piloncillo y armar las capas, mientras se comparten anécdotas de Pascuas pasadas. En algunas casas se sirve la noche del Viernes Santo, después de la procesión o el viacrucis, como un consuelo dulce tras el ayuno de Cuaresma; en otras, se disfruta el Domingo de Resurrección como broche de oro del almuerzo pascual. Sea cual sea el momento, la capirotada representa un lazo entre fe y gastronomía. Esta sencilla mezcla de pan, miel, especias y queso cuenta una historia de devoción y creatividad: nació como una forma de aprovechar ingredientes de la temporada de vigilia, pero se transformó en un símbolo de la identidad cultural. Cada bocado nos recuerda que, a veces, los sabores más humildes albergan los significados más profundos de nuestra tradición.
Nota: Si no encuentras piloncillo, puedes sustituirlo por azúcar morena mezclada con una cucharada de melaza o miel para imitar su sabor. Y si lo del queso en un postre te parece curioso, ¡anímate a probarlo! Ese contraste dulce-salado es parte de la autenticidad de la capirotada; como decía la abuela, «le da su chiste«.
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