Si no hay sorpresas, la hija del próximo presidente y su yerno también se mudarán desde Nueva York a Washington y se espera que tengan algún papel en el Gobierno.
Ricos, jóvenes y guapos. Ivanka Trump y Jared Kushner, de 35 años, son el arquetipo de pareja soñada. Ambos son hijos de magnates inmobiliarios, se formaron en universidades de élite, pertenecen a la jet set de Nueva York, son exitosos emprendedores. De las muchas similitudes entre ellos, sobresale una: entendieron desde pequeños que su destino, para bien o para mal, estaba ligado al de sus familias. Ivanka siempre fue la sombra de su padre, Donald. Jared, la del suyo, Charles. Ambos han buscado su propio camino, pero sin alejarse nunca de la brújula familiar.
La pareja, que tiene tres hijos y profesa con rigor el judaísmo, se prepara ahora para un nuevo movimiento en el tablero. Tras su toma de posesión el 20 de enero como presidente de Estados Unidos, Donald Trump se instalará en la Casa Blanca. Si no hay sorpresas, su hija Ivanka y su yerno también se mudarán desde Nueva York a Washington, donde están buscando casa, y se espera que tengan algún papel en el Gobierno.
Se especula con que Ivanka, considerada a menudo la preferida de Trump entre los cinco hijos, asesorará a su padre en asuntos de sanidad, educación y medio ambiente. Y que Jared lo hará en estrategia y relaciones internacionales. Ambos, más cerebrales y conciliadores que Trump, fueron actores clave en la campaña electoral con la que el magnate venció las elecciones. Desde que el republicano es presidente electo, los dos han participado en algunas de sus reuniones más importantes como con el primer ministro japonés, Shinzo Abe, o con los máximos directivos de las empresas tecnológicas.
El mandatario electo ha dicho que le “encantaría” poder contar con ellos en la Casa Blanca porque “son muy talentosos”. Pero su equipo analiza si los nombramientos provocarían un conflicto de intereses. La ley obliga a altos cargos gubernamentales a desvincularse de actividades empresariales, pero hay dudas de si eso les afectaría en el caso de designarlos asesores.
Kushner es promotor inmobiliario y propietario de New York Observer, un medio de comunicación que le permite cortejar a la élite neoyorquina. Su esposa es vicepresidenta de la Organización Trump, de su progenitor, y tiene sus propios negocios de moda y joyería. El presidente no está forzado a desprenderse de sus activos, pero Trump ha asegurado que los cederá a sus dos hijos mayores, Don y Eric, fruto, como Ivanka, de su primer matrimonio con la modelo checa Ivana Zelníčková.
“Los potenciales conflictos de interés son enormes si se tiene en cuenta su papel activo en el mundo de los negocios”, dice por teléfono George C. Edwards, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Texas A&M. El especialista en estudios presidenciales dice que nadie puede impedir a un presidente a pedir consejo, pero que es infrecuente tener como asesores cercanos a familiares. El único precedente es Robert Kennedy, que fue fiscal general en el Gobierno de su hermano John.
Kushner se mantuvo fiel al candidato en sus horas más bajas tras la difusión de un vídeo sexista y se dice que le convenció de apartar del equipo de transición a Chris Christie, el gobernador de Nueva Jersey que, en su etapa de fiscal, lanzó una investigación al padre de Kushner por financiación ilegal de campañas electorales que derivó en su encarcelamiento.
Fuente: elpais.com
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