El fin de semana mi hijo y yo visitamos a una de mis mejores amigas en Orlando. Regresamos hacia las 6 p.m. y cuando entramos a la casa, mis bebés de cuatro patas–Rusty y Sasha–se enloquecieron y nos lamieron como si fuéramos dulces de carne. A los pocos minutos, Rusty me guió hacia su tazón de comida queriendo mostrarme algo.
Cuando manejaba camino a Jacksonville, mi niñero canino me contó por teléfono que Rusty no había querido desayunar, luego él había puesto su tazón en la cocina para prevenir que Sasha–la aspiradora–comiera doble. Inmediatamente supe lo que estaba pasando: cada vez que viajo por más de un día, Rusty empieza una huelga de hambre para mostrar su inconformidad.
“Honestamente, envidio su orgullo. Si yo siguiera su ejemplo cuando mi marido viaja por negocios ya habría perdido varias libras”.
Después de que mis perritos comieron, acaricié a Rusty–empujando a Sasha ya que no soporta ver que su hermano reciba afecto–y le dije cuanto lo quería. Vi los surcos de las lágrimas en sus mejillas, pero también la alegría y la tranquilidad por mi regreso. Cuando me extraña, Rusty lo demuestra sin dudas ni vergüenza.
Mi hijo humano se comportó de manera similar, pero debido a la ausencia de su Papá. Mientras él y yo estuvimos en Orlando, mi esposo estuvo en Tennessee jugando el torneo de golf de una compañía con la que está buscando hacer negocios. Durante los cuatro días que mi esposo estuvo de viaje, mi pequeño estuvo irritable y rebelde.
Por ejemplo, aunque se estaba divirtiendo y jugando con los hijos de mi amiga, varias veces se me acercó y me dijo, “Extraño a Papi” con los ojitos encharcados.
Contrario a mi hijo y a mi perro, yo asumí una postura de indiferencia para demostrarle a mi esposo que su viaje me importaba un pepino. Hasta ignoré algunas de sus llamadas y lo dejé sin saber dónde estábamos por unas horas. ¿Por qué?
“¡Porque mientras él estaba “trabajando” y pasándola de maravilla haciendo lo que más disfruta–jugando golf y libre de escuincles–yo estaba en casa lidiando con el mal humor y la nostalgia de mi hijo! Tal vez me habría comportado diferente si hubiera sabido que mi marido estaba trabajando encerrado en un cubículo o haciendo lavandería.”
De cualquier manera, cuando regresó unas horas después que nosotros, le expliqué cómo me había sentido y hasta le confesé que había colgado algunas de sus llamadas a propósito. Yo no sirvo para ocultar mis sentimientos y aunque enloquezco a mi esposo con mis quejas, nuestros disgustos siempre se acortan.
“Como dice el dicho, para pelear se necesitan dos. Además, bastantes arrugas me gano gratis con el día a día como para sumar las de las malas caras”.
De lo único que me arrepiento de este fin de semana, fue de no haber seguido el noble ejemplo de la huelga de hambre de Rusty para demostrarle a mi esposo cuánto lo había extrañado. Por el contrario, mi amiga y yo nos rellenamos de jamones, quesos franceses, alitas de pollo, chocolates, pastelitos y tequila.
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