Asistimos al preestreno de la película Florence Foster Jenkins, con Meryl Streep y Hugh Grant. Fue emocionante y extraño, verlos así, a ratos bellos y graciosos, pero también incómodos y nerviosos, demostrando que son seres de carne y hueso, tan reales y vulnerables como todos nosotros.
De visita en Los Ángeles, hace unos días tuve la oportunidad de asistir a un evento de preestreno cinematográfico en el histórico y precioso Regency Village Theatre. Se trataba de la presentación de la nueva película Florence Foster Jenkins seguida por un Q & A con el director y los actores protagonistas: los fabulosos Meryl Streep y Hugh Grant. Como se podrán imaginar, me sentía en las nubes y la anticipación de que iba a ver en persona a dos de mis actores favoritos de todos los tiempos me tuvo al borde del asiento y de un ataque de ansiedad a lo largo de la película.
Florence Foster Jenkins (1868 – 1944) fue una socialite estadounidense, gran patrocinadora de las artes en Nueva York, que amó la música hasta el final de sus días aun cuando esta se le mostró esquiva. A temprana edad, a pesar de un extraordinario talento en el piano, el padre de Florence no apoyó su deseo de continuar una carrera musical en el extranjero. Más adelante, la sífilis que contrajo de su primer marido, lisió su mano izquierda, acabando con cualquier sueño de convertirse en concertista. Fue entonces que encontró en el canto una manera de realizar sus aspiraciones artísticas. Se convirtió en una soprano amateur, con el pequeño inconveniente de que no era precisamente agraciada en aquel aspecto. No tenía ritmo, su tono era terrible y hasta su mala pronunciación de las líricas en francés y alemán era causa de burlas. Sin embargo, todas estas adversidades no fueron impedimento para que Florence dedicara su vida a la música.
Acabada la película y luego de merecidos aplausos por un filme genial, llegó el momento… A pocos pasos de donde me encontraba, vi a Streep y Grant esperando de pie a que los presentaran. Casi se me sale el corazón de verlos ahí parados tan cerquita y tuve que desviar la mirada de la impresión. Casual y atento, Grant hizo de la mano al público. Ya que en la película lo hicieron parecer bastante mayor, tuve miedo de verlo envejecido en persona. Nada más lejos de la realidad. Sigue estando tan guapo y sexy como lo recuerdo en sus más memorables roles. A Meryl Streep por su parte, se la veía radiante, portando un aura natural de estrella que pocos han logrado. Se mostró sencilla y humilde ante el público que la ovacionó de pie tan pronto pasó al podio.
Encontré especialmente interesante la revelación del director Stephen Frears, cuando le preguntaron cómo había logrado recrear el Nueva York de los cuarenta. Resulta que las grabaciones se realizaron casi por entero en Londres. Inclusive una de las escenas más importantes, la presentación de Foster Jenkins en el legendario Carnegie Hall, no fue grabada en dicha locación, pero en un teatro londinense.
Al contestar una de las preguntas del público, Streep dijo que la lección más importante que le quedó luego de adentrarse en la vida de tan peculiar personaje, es la pasión y tenacidad demostradas por Foster Jenkins por convertir sus aspiraciones musicales en realidad. Quizás no era una realidad objetiva y compartida por el resto, pero si lo reflexionamos a fondo, ¿no lo son también todas nuestras realidades cuando las vemos desde nuestra perspectiva personal? Al igual que Streep, me quedo con una de las frases finales de la película, la que supuestamente fue dicha por la propia Foster Jenkins, «People may say I can’t sing, but no one can ever say I didn’t sing (La gente podrá decir que no sé cantar, pero nadie podrá decir que no canté)».
En fin, fue una gran satisfacción conocer acerca de la vida apasionante de alguien que se atrevió a ser diferente. Pienso que la historia de Florence Foster Jenkins es un testimonio para los artistas que crean y deben seguir creando a pesar de las críticas. Ella supo lo que quiso y no dejó que nadie ni nada, ni siquiera la falta de talento, se interpusiera en su camino. Su grabación en el prestigioso Carnegie Hall ha pasado a los anales de la historia como una de las grabaciones más vendidas y solicitadas del legendario auditorio. Aquello, es un logro extraordinario que ni las peores de las críticas le pueden arrebatar. Asistir a este evento de preestreno resultó en una grata experiencia al permitirme descubrir un excelente filme, así como conocer en persona a dos grandes del mundo de Hollywood. Fue emocionante y extraño al mismo tiempo, verlos así, a ratos bellos y graciosos, pero también incómodos y nerviosos, demostrando que son seres de carne y hueso, tan reales y vulnerables como todos nosotros.
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