Explicación versus regaño: ¿cuál es más efectiva con nuestros hijos? | La Nota Latina

Explicación versus regaño: ¿cuál es más efectiva con nuestros hijos?

 

En un primer momento, y bajo una postura racional, serena y socialmente apropiada, una elevada proporción de personas apostarían a la explicación, como modo de crianza efectivo. Sin embargo, en la realidad reflejada a través de los motivos de consultas reportados por los especialistas, las costumbres, el modelaje de nuestros padres, las prácticas cotidianas visibles, indican lo contrario.

La Real Academia Española (R.A.E.), en su primera acepción plantea que la explicación es una “Declaración o exposición de cualquier materia, doctrina o texto con palabras claras o ejemplos, para que se haga más perceptible”, mientras que, en relación con el regaño, en la misma fuente se encuentra que en sus tres primeras acepciones indican que es “Reprender, reñir, dar muestras de enfado con palabras y gestos”.

Mientras la explicación busca aportar información a la otra persona, para aclararle la situación, comentario o corregir alguna equivocación, de la manera más sencilla y gráfica posible; el regaño solo expresa la molestia personal por la acción, situación o comentario realizado, utilizando como forma de expresión la riña y acciones de reprensión.  Si esto lo extrapolamos a la vida familiar, cuando explicamos, nuestra finalidad es que nuestra pareja, hijos, padres o hermanos, tengan claridad sobre la situación, tema o conducta que estamos presentando; cuando le regañamos, no hay intención de aclarar, solo indicamos que estamos molestos.

Involucro de manera intencional a miembros adultos de la familia, al igual que a niños y adolescentes, porque aun cuando el regaño tiende a ser mayormente usado con los hijos, es decir, a quienes se encuentran bajo dependencia y en formación, muchas de nuestras relaciones con otros adultos de la familia: la pareja y los padres, pueden darse bajo este tipo de trato. En todos los casos, el saldo es desfavorable para el desarrollo armónico de la vida familiar. Mientras los más jóvenes sentirán una gama de emociones desagradables como la culpa, la descalificación y baja valoración; los adultos pueden sentirse irrespetados, dando lugar a que estos últimos hagan sus consecuentes reclamos, siendo el inicio de disputas acaloradas, donde todos pierden.

Cuando usamos el regaño con nuestros hijos, pudiéramos caer en una práctica en el que un regaño esté acompañado de explicaciones. Sin embargo, en la comunicación, los componentes no verbales (gestos faciales, corporales y modulación de la voz) poseen una muy importante influencia en la interpretación de la situación global. Nuestros hijos se quedarán con la impresión principal de nuestro enfado, allí se centrará su atención y memoria, más que en asimilar la exposición y palabras que utilicemos. Por tanto, predominará la emoción desagradable que hemos expresado, entorpeciendo con ello, la comprensión y el aprendizaje de la situación que queremos que ellos no repitan y, paradójicamente, aumentamos la probabilidad de su nueva aparición. Existen múltiples investigaciones donde la Psicología explica el papel favorecedor o entorpecedor de las emociones en el aprendizaje. Y recordemos: crecer y desarrollarnos como personas es un proceso de aprendizaje continuo.

En el caso de la explicación, para que ésta sea efectivamente educativa, debe estar sustentada en una emoción agradable como la serenidad. Como padres, debemos tener una disposición serena para dar explicaciones instructivas o correctivas. Sin embargo, podríamos contraargumentar la imposibilidad de llegar a estar serenos, cuando un comportamiento de nuestros hijos ha ido en contra de lo acordado o de nuestras enseñanzas, o expectativas y debemos realizar una explicación correctiva. Me permito la licencia de establecer esta categorización: explicaciones instructivas o correctivas, pudiendo ser considerada la primera una redundancia. Quedo comprometida a sustentar y profundizar sobre este tema, en próximos artículos.

Ahora bien, un momento de corrección no tiene que estar acompañado de molestia, aun cuando hallamos repetido muchas veces la norma, pauta o explicación que fue obviada por los hijos. La molestia puede provenir de nuestras falsas expectativas sobre el proceso de crecimiento de nuestros hijos o la falta de una comunicación efectiva previa, donde la explicación tiene mejor efectividad.

El poder de la explicación se encuentra en su carácter antecesor a los eventos, es decir, realizada a modo de prevención de futuras situaciones problemáticas. Debemos exponer a nuestros hijos, con palabras sencillas, claras y directas lo que se espera de su comportamiento en cada ocasión. No podemos partir de la falsa premisa “que ellos deben saber lo que es correcto o como deben proceder”. Y la pregunta es: ¿cómo saben qué es lo que deben hacer o qué es lo correcto? ¿Se lo hemos explicado antes? ¿Nos hemos cerciorado que ellos hayan entendido nuestra explicación?

Al explicar ejercitamos la comunicación en la crianza y por ende en nuestras interacciones familiares. Dentro de los temas a ser explicados, en la crianza de nuestros hijos, deben estar las normas, en las cuales debe ser expresamente indicada su razón de existir; el funcionamiento de los objetos; cómo se realiza una acción de autocuidado o cómo proceder ante determinada situación social. Debemos ser lo más gráficos posibles, preferiblemente dando a nuestros hijos, ejemplos concretos y vivenciales para que ellos observen cómo se hace. Por otra parte, luego de la explicación debe preguntarse si han quedado dudas o confusiones, para aclararlas.

Al preferir la explicación sobre el regaño, estamos modelando en nuestros hijos patrones de convivencia respetuosa, que sin duda aprenderán y pondrán en práctica en su vida social y vida familiar, actual y posterior. Por tanto, el beneficio lo recibiremos a corto plazo, ya que estaremos cultivando el terreno para relaciones familiares armónicas.

Twitter / Instagram: @crispaz05

 

 

Cristina Paz
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