Todos de alguna manera pertenecemos a alguna migración: declarar supremacía es una falacia.
Estos habitantes no son extraños
Es tan fácil saber exactamente lo que eres cuando lo que eres
está en todas partes y en ninguna parte,
pero tan difícil cuando el pantano es el riesgo y las miradas de desconfianza,
indican que estás fuera de lugar y no se huele la trampa y la burla.
Cultura extraña. Se cultiva una suciedad del deseo más bajo,
pellizcando el germen salvaje. Nada de paraíso, pero muy cerca el encantador.
Nosotros, invitados de piedra, víctimas de viejos y nuevos mecanismos,
sus latidos nos despojan. Nos dicen que sólo hay una forma de soñar
y nos dan comida para los miedos.
Omiten que la grandeza no sólo se mide por el poder,
sino por las artes [perdurables y la risa en los hogares.
Se deshace lo de al lado para hacer lo que invertidamente existe.
Sueños del pasado cantan con voces de futuro.
Las flores esperan silenciosas a las abejas ausentes,
el enamoramiento real se descubre desde la vigilancia alta,
no dejando violentar tu semilla a cualquier costo.
Agitar la campana para que se apague la pira que nos consume de
pies a cabeza y no tracemos la historia en línea recta y resuene lo inefable.
Necesaria una espiral como ruptura del círculo para salvar
el cristal ahogado y silenciado por lo obscuro.
Permanecemos vigilantes de los demonios nunca ausentes
para que arribe el amanecer más claro,
se alejen las nubes del desconcierto,
la gravedad se haga cargo de la ignorancia
y el aire divulgue el sueño oprimido.
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