En casi dos siglos y medio de vida, EE.UU. ha tenido 47 recesiones, una recesión más o menos cada 5 años, así que ya es tiempo para que llegue una nueva, todavía no nos recuperamos de la del 2008 y la gente del mundo financiero ya se prepara para la próxima embestida económica. En la mayoría de los casos las recesiones fueron detonadas por pánicos financieros. El capitalismo, como todo, tiene virtudes y defectos, y una de sus grandes debilidades es su gigantesca inestabilidad, el problema es que culpamos a todo menos a la verdadera causa de ésta que es el mal reparto de la riqueza.
Los altibajos recientes en las bolsas de valores se deben principalmente al nerviosismo existente, muchos analistas financieros piensan que una nueva recesión está en puerta y, como casi siempre, el pánico empieza en las instituciones financieras, así que es entendible la inquietud de corredores e inversionistas. Las recesiones tienden a ser más duras mientras más tiempo tardan en volver a aparecer, la Gran Recesión terminó en junio de 2009 lo cual no augura buenas cosas –y con Trump al control de la economía más grande del mundo— se genera más nerviosismo aun.
Actualmente, la deuda privada de EE.UU. es de 27 millones de millones de dólares y la pública (sin contar a los estados) es de 20 millones de millones, así que en total hablamos de 47 millones de millones de deuda contra un PIB en EE.UU. de 20 millones de millones de dólares. La situación con la deuda planetaria es aun más complicada, la relación deuda/ingreso en el mundo es de 3 a 1, condición peor a la deuda existente antes de la caída de la bolsa en 1929.
La salida fácil es culpar al crédito otorgado a negocios, familias y gobiernos; decir que son irresponsables los prestatarios y quizá también culpar a los bancos que ofrecen los créditos, pero el origen del problema es otro, éste radica en que las recaudaciones fiscales en todo el mundo han sido reducidas dramáticamente durante décadas. Los impuestos a los sectores más privilegiados, en algunos casos como el de EE.UU., han bajado sus tasas casi a una tercera parte de lo que pagaban en las primeras décadas después de la Segunda Guerra Mundial que, justamente, fueron los años gloriosos para las clases medias de EE.UU. Y para tener a las masas del mundo tranquilas, por todos lados se ha brindado crédito a la gente para que pueda subsistir (recordar que los salarios reales llevan décadas estancados en grandes zonas del planeta). Los gobiernos no son la excepción –bajos impuestos son bajos recursos– así que también se han endeudado para poder cumplir con sus obligaciones básicas (salud, educación, etc.). El castillo de naipes está por caerse una vez más y el problema de fondo no es la gigantesca deuda existente, sino la razón por la que ésta ha crecido.
Deuda y crédito son sólo parte de la sintomatología, el origen de nuestros males financieros radica en la mala forma de distribuir la riqueza en el planeta, lo que obliga a recurrir al endeudamiento desmedido para adquirir lo que la economía produce. Hay dinero, pero está en manos de los billonarios del planeta que por cierto, se duplicaron en los últimos 10 años. Sólo para dar una idea de la increíble y mala distribución del ingreso mundial, les recuerdo que las 26 personas más acaudaladas del mundo tienen tanta riqueza como la mitad más pobre de todo el planeta, es decir, más que 3,800 millones de personas.
La solución está, aunque a veces cuesta entenderlo, en tasas impositivas que hagan viable a las sociedades. Sí, no es fácil comprenderlo pues los medios masivos –propiedad de quienes pagan más impuestos– se han encargado de hacernos ver lo contrario, es normal, no los culpo pues a nadie le gusta pagar impuestos y defender sus derechos es algo legítimo. Sin embargo, el resto de los mortales debemos tener bien claro que un mundo financieramente (y políticamente) estable necesita de una economía con impuestos muchísimo más altos.
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