La realidad está dispuesta a ser alzada en peso por las palabras. Todo el tiempo el lenguaje está en movimiento, creciendo. Mixturándose. Pintando rayas fugaces y atrevidas. Todo el tiempo el lenguaje sigue agitándose en nuestras manos como una gaviota en su adolescencia, llena de ganas de lanzarse sobre toda esa mojada anchura que la vida le pone al frente. Uno escribe con lo que tiene a la mano, valga esta expresión, aunque lo que tenga a la mano sea a la vez un lenguaje que me limita. Este poema es una invitación a explorar el espectáculo que nos rodea.
Espectáculo de medianoche
“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.”
Ludwig Wittgenstein
Al sur nuestra parada, en el camino
tres mil átomos de vidrio hollín, un desastre y tiempos viciosos.
El jardín diésel es el final de la línea.
Es como el sueño violento de un nerd expuesto en la oscuridad,
la fantasía apocalíptica de una imaginación oscura
que apenas se entiende a sí mismo.
Podemos tratar de completar estos puntos de fuga pensando en ellos
como la advertencia de otro mundo, una ficción paranoica de nuestro presente.
Sostenemos las escrituras en la luz de la mañana,
insistir en que el humano finito no tiene límites –
gira el piso de gente falsa,
estamos listos para el punto en el tiempo cuando el mundo se quiebra.
Con una luz de antorcha, desciframos los huesos encriptados con pensamiento y sentido.
Aquí estamos. El sol de la mañana es algo que faltaba.
Nos abrazamos suavemente, un nuevo mundo está tejiendo brechas.
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