Se ha dicho de todo en política, pero hace falta escuchar el mensaje que confirme la existencia de cada uno. Es doloroso ver que le hemos dejado el triunfo, en esta batalla del más fuerte, a los que realmente son débiles.
Es triste y produce sentimientos de pesar esa división a la que le dimos paso, cuando pudiéramos construir la unión.
Hemos elegido el camino más fácil: la guerra.
¿Por qué no hacemos un alto? Un alto para vernos por dentro y reconocer si realmente estamos defendiendo a la patria o estamos luchando contra nosotros mismos.
El ciudadano venezolano, ese que se levanta a trabajar todas las mañanas, hoy no quiere saber de política porque con ella se han ido los sueños personales y colectivos. Han hecho que los venezolanos rechacen las formas de conducir el país y la supuesta defensa por los desposeídos, que son la gran mayoría.
La gente no quiere política barata porque con ella, nos metieron en una caldera para cocinarnos a todos.
Que triste y doloroso es ver que otros países vecinos pueden dirimir sus diferencias con más razón y corazón.
¿Cuál es el mejor camino? Dudo que sea este que vivimos. Debe haber otro y no lo queremos ver.
Venezuela está enferma de política y hace falta ayuda humanitaria para librarnos de esta epidemia que acaba con niños y ancianos. Hace falta corazón para vivir de pie.
Con estos pensamientos llegué a la casa de mi amigo.
Conversando con él, a quien he llamado “el sabio margariteño” porque da en el clavo cuando se refiere a la vida, él habla:
-Al bruto se le pegan las malas mañas, dice con su voz recia.
-¿Y por qué dice eso?
-A mi me preguntan que como estoy y respondo que bien. Por eso me dicen que si vivo en otro país, pero yo estoy bien aquí, no sé tú si estas mal. Cuando pregunto como están, me dicen: todavía vivo. De quién es el apuro, entonces me dicen que de Maduro.
-A mi me importa un comino lo que haga o deje de hacer Maduro, yo estoy bien. Si no tengo para comer arepa como otra cosa, pero yo estoy bien. A esa gente yo la aparto porque esa mala energía se pega.
-¿Si le preguntan si es de oposición o de los contrarios, qué responde?
-Yo soy de lo que hago y de como vivo, lo que hagan ellos es su problema con su conciencia.
-Ahora dicen que la gente se está volviendo loca por el hambre y falta de medicinas, le comento.
-Anteriormente vivíamos mejor, ahora todos quieren llegar a Miraflores nada más que a robar y menos a gobernar. Allá ellos. Esos si están locos, afirma señalando con el dedo su cabeza.
El “sabio margariteño” me regaló, como siempre, dos pencas de sábila para mil usos aprendidos con el aliado Mr. Google.
Con el aliado digital me pregunté: ¿En qué se parece mi amigo el sabio margariteño a Juan Manuel Santos? Elemental, dos seres humanos con distinto status, pero ambos quieren vivir y dejar vivir. A uno, nadie le replica su forma de ser. El otro, tiene un país dividido, nada menos que por la paz ¡Que cosa tan nobel!
Allá dejé a mi amigo “el sabio”, con su enorme casa al aire libre donde está feliz, con o sin crisis, con su familia, sus matas, perros, chivos y gallinas; eso si, su actitud de vivir con gran sabiduría es una lección y ejemplo. Y comentan que en Venezuela hay locos.
@susanamorffe
http://susanamorffe.blogspot.com
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