Indudablemente, la vida separa momentos difíciles, un ejemplo interesante de esto lo podemos ver en el film coreano: «Burning». Somos historias: de calma y tensión, de belleza y sordidez, de amor y violencia. Cada uno rompe a su manera el posible equilibrio o desequilibrio.
En una embarcación hacia el futuro
Te pruebas un traje diferente, no siempre los mismo.
En alguna hora, cada uno trata de hablar sobre la profundización de su existencia, sin hablar de la oscuridad.
La seriedad del glaciar, la forma en que no se derrite sino que se endurece con el sol.
En esos segundos traes tus pasos virtuosos y tus cajas pequeñas de fósforos.
Como estamos hechos de papel, todos están superpuestos. Un poco de pegamento, algunos encajan.
Unes los espacios fracturados con puntos. Quedan visibles los puntos brillantes.
Las diversas capas refractan la vista desde el centro mejor que la opacidad oculta cualquier núcleo azul.
Te has cansado de usar el blanco y el negro como símbolos de la desesperación y la esperanza,
como si fueran abstracciones con límites fijos.
En tu ruta, la oscuridad te tendió una mano y seguiste.
A veces todavía atrapas una ondulación interna equívoca que se dirige a la superficie.
Aquí hay un trozo de coral muerto que nunca vivió.
Cancelas recuerdos cuando sientes lagunas
como una serie de ausencias.
Giras a la izquierda e imaginas la música y el peso del futuro.
Reemplazas lo imaginario con lo real.
Así vas elevando al infinito la forma en que toman tus sentimiento.
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