«El infierno está vacío, porque todos los demonios están aquí”. William Shakespeare (La Tempestad)
Mi abuelo Jesús, “Papachu”, decía que Dios nos pone pruebas. En su interpretación, consideraba que nuestro Creador les daba mucho dinero a personas en el mundo para comprobar su compasión y si no se volvían avaros, como el padre de Eugenie Grandet, la protagonista de Honore de Balzac, que acumulaba y acumulaba fortuna y no compartía con nadie, ni siquiera la disfrutaba.
Viendo hace poco el repugnante video viral cuando el líder espiritual Dalai Lama, le pedía a un incrédulo y apenado niño que le chupara la lengua, recordaba a mi abuelo y me decía, Dios también pone en puestos claves a personas a ejercer liderazgo para probar sus corazones y de que están hechos.
Es que en nombre de Dios se han cometido los más aberrantes crímenes contra la humanidad. Nombrarlas nos quedaríamos cortas. Los conquistadores acabaron con nuestros indígenas colocando el estandarte de la cruz y, por el otro lado, con una daga fría y filosa cortaban sus cabezas porque según los colonizadores “no se sometían a la voluntad de Dios”.
Sin irnos tan lejos, en nuestra sociedad, Dios es usado como comodín para todo. Vemos a personas y a líderes que juzgan, mienten, critican, traición, denigran y roban, pero siempre tienen el nombre de Dios en sus bocas. Esto se entiende por qué vivimos en una era donde la banalidad, la falta de principios, solidaridad, compromiso y capacidad de servir no caminan juntas.
Entonces, consideramos que, como si se tratara de una empresa que contrata a su personal, Dios prueba a todos para cerciorarse de que si o no son los que dicen ser. Él sabe de antemano quienes somos, pero las personas a nuestro alrededor no.
En Internet todo queda expuesto, se notan más las costuras y Dios probó ante los ojos del mundo al líder espiritual Dalai Lama, quizás, para darnos una bofetada y decirnos: ¿Qué están haciendo como padres? ¿A qué tipo de hombres idólatras o sigues, está bien hacerlo? ¿Cuidas a tus sus hijos? No sé qué es más preocupante y ustedes me disculpan, mis gentiles lectores, si lo que hizo el “líder espiritual” o el papel de mansas ovejas que hicieron los padres y presentes en el acto al reírse de la “gracia”. Para mí es un abuso infantil, las cosas por su nombre y eso no tiene nada que ver con la cultura.
Después, vinieron las disculpas y explicaciones de ambas partes, pero la leche está derramada y no se puede recoger. Dios, quizás, quiso mostrar al mundo la suciedad y doble moral en la que estamos viviendo. Está moviendo sus piezas. Como sociedad debemos reaccionar. Hasta cuando nos hacemos la vista gorda. Si, allí tuvo un desliz, no se imaginaran lo que sucede cuando nadie ve al hombre de la túnica naranja y lo que podría esconderse detrás de la gruesa puerta de madera al cerrarse. Dios nos prueba a todos, porque en definitiva lo que al final reclama de nosotros es nuestra alma.
En la Biblia, ese libro al que siempre hacemos referencia, nos encontramos con muchos ejemplos de pruebas aleccionadoras. Seguro que recuerdan la de Adán y Eva, Job, Abraham. “Y te acordarás de todo el camino por donde el señor tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos». Deuteronomio 8:2
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