En la costa oeste, el boom económico y el de indigentes van de la mano | La Nota Latina

En la costa oeste, el boom económico y el de indigentes van de la mano

En el parque de un barrio arbolado y bohemio donde las casas alcanzan un valor inmobiliario cercano al millón de dólares, una pala mecánica barre con los desechos de los indigentes sin techo: colchones, carpas, estructuras de madera, una silla de mimbre y un calentador de exterior con garrafa. Trabajadores con barbijo y botas se seguridad extraen jeringas usadas y montañas de basura de entre los arbustos.

Apenas un día antes, este rincón del Parque Ravenna era el hogar de muchos indigentes, uno de los 400 asentamientos similares que crecieron en las playas y parques de Seattle, debajo de los puentes, contra los pilares de las autopistas, e incluso en las veredas más transitadas de la ciudad. Ahora, ante el avance de la policía y los trabajadores sociales, los indigentes desaparecieron en medio de una metrópolis que enfrenta el problema de un impresionante auge de personas sin techo.

Y no sólo Seattle tiene ese problema. Una crisis habitacional de inusitadas proporciones está golpeando a toda la costa oeste de Estados Unidos, y sus víctimas quedan en la calle por las mismas razones que derivan del éxito económico de la región: astronómico aumento del costo de la vivienda, escasez de viviendas disponibles, y una economía que crece y no espera a nadie. Mientras, los funcionarios buscan soluciones desesperadamente.

«En mi ciudad tengo un nivel de desempleo igual a cero y, al mismo tiempo, hay miles de personas sin techo que tienen trabajo, pero que no pueden costearse una vivienda», dice Mike O’Brien, consejero municipal de Seattle. «Esta gente no tiene dónde mudarse. Los centros de acogida se llenan no bien los abrimos.»

El auge de los sin techo puso a la luz del día la pobreza extrema como nunca antes, y los municipios y las organizaciones sin fines de lucro están desbordadas. También colocó en estado de alerta a los servicios de salud, y varias ciudades ya declararon el estado de emergencia sanitaria. Los municipios se vieron obligados a destinar miles de millones de dólares para buscar soluciones.

Más al sur, San Diego ahora lava sus calles con lavandina para contrarrestar el letal brote de hepatitis A que ya se extendió a otras ciudades y que el mes pasado obligó al estado de California a declarar la emergencia sanitaria. En Anaheim, donde se encuentra Disneylandia, hay 400 personas que viven sobre la bicisenda que rodea el Angel Stadium. Hace poco, los organizadores de un festival gastronómico al aire libre en las calles de Portland debieron quemar incienso para tapar el olor a orina en la playa de estacionamiento donde se instalaron los vendedores.

El problema de los sin techo no es nuevo en la costa oeste, pero está empeorando. La gente que antes lograba salir adelante aunque sufriera algún revés en su vida, ahora se ve empujada a la calle por la imparable subida del costo de la vivienda.

Basta con sufrir una enfermedad prolongada, o perder el trabajo, o quebrarse una pierna, o una crisis familiar: lo que antes era un contratiempo pasajero ahora parece una sentencia de por vida.

Estado de emergencia

Desde 2015, debido al aumento de los sin techo, por lo menos diez ciudades o municipios de California, Oregon y Washington -y también Honolulu- se declararon en estado de emergencia, una medida que solía ser usada exclusivamente ante desastres naturales.

Un nuevo estudio de la Universidad de Washington reveló una estrecha relación entre el aumento del precio de la vivienda y el auge de los sin techo. Según los autores del estudio, un 5% de aumento en el precio de los alquileres en Los Ángeles, por ejemplo, implica que habrá 2000 personas más viviendo en las calles.

Y en ningún lugar eso es más evidente que en Silicon Valley, donde los altos salarios y la escasa oferta inmobiliaria dejaron en la calle a miles de personas. En la ciudad donde Google construyó su sede global y a pocas cuadras de la Universidad de Stanford hay hileras de autos y camionetas estacionadas donde viven comunidades siempre cambiantes de personas sin hogar.

Ellen Tara James-Penney, docente de la Universidad Estatal de San José, lleva diez años durmiendo en un auto, desde que tuvo que dejar su vivienda, cuando todavía era alumna de la misma universidad donde ahora tiene cuatro cursos de inglés a su cargo, un trabajo por el que gana 28.000 dólares al año. Su hogar es un viejo Volvo. «No tengo casa desde 2007, y la verdad es que estoy cansada», dice Ellen. «Muy cansada». La mujer tiene 54 años y se ve obligada a corregir pruebas y preparar las clases en el interior de su auto.

El aumento del costo de la vivienda no sólo está barriendo con los trabajadores de bajos ingresos: el número de jóvenes sin techo también está en alza. Una de las razones es el costo sumado de la vivienda y la matrícula universitaria, dice Will Lehman, supervisor de políticas públicas de la Autoridad de Servicios para los Sin Techo de Los Ángeles.

Los gobiernos locales intentan encontrar la forma de lidiar con el problema, pero los indigentes forman una marea humana que se estrella contra servicios de asistencia que a estas alturas están colapsados.

FUENTE: lanacion.com.ar

FOTO: republica.com.uy

 

Redacción La Nota Latina
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