En la medida que somos empáticos hoy, que somos solidarios al mediodía o al atardecer, hemos sembrado un futuro distinto, y lo hemos hecho hoy.
A diferencia de un tweet de K. Rowling, a propósito del Brexit, que pedía que todos presionáramos all hit ctrl-alt-supr de manera simultánea y rezáramos, posiblemente para “rebotear” los tiempos negativos, los/las invito a hacer lo mismo, pero para que nuestras miradas no solamente sean sobre nosotros mismos, sino del que camina al lado, del que nos acompañan, del vecino. Y sin ser necesariamente idealistas, vistamos las ropas de la solidaridad.
Es cosa de mirar parados en una esquina y constatar los rostros de la soledad, de los que no tienen compañía, afectos.
Visitando Seattle este año, me produjo una profunda tristeza ver a los drogadictos, en especial un joven de unos 20 años con su mirada totalmente perdida y una cajita donde había algunas monedas. También me impactaron los que duermen en las calles, innumerables.
Recordé una historia que narraba que si alguien pide y no hay señales de agresividad de su parte, el “dar” es de una extraordinaria potencia humana. Y no es necesario preguntarse qué hará con lo que uno le da. Son dos actos éticos distintos. Ser juez en la vida es algo que en algún momento se devuelve. Por lo demás, hay demasiados jueces.
Ciertamente, hay demasiado de racismo, de misoginia… en general de “agujeros negros”, pero como señala S. Hawking, incluso éstos tienen luz, aunque sea tenue. Entonces, hay que abrigar esperanzas, “futurizando el presente”. Esto es, en la medida que somos empáticos hoy, que somos solidarios al mediodía o al atardecer, hemos sembrado un futuro distinto, y lo hemos hecho hoy.
Podemos vivir tiempos interesantes, gratificantes no solamente con nuestro núcleo más íntimo, también podemos irradiarlos hacia los demás. Las sonrisas, el apoyo a alguien, el pronunciar palabras calidad no requieren mucho esfuerzo si es que queremos mirar más allá de nuestros límites personales, más allá de nuestros egoísmos que nos ayudaron a ser lo que somos, pero cómo conocimos de este esfuerzo, no cuesta nada aliviar con afectos, con empatía a otros.
Esto hará posible vivir en un espacio que tendrán “eco humano”, “aumentaremos una humanidad dulce y cálida”. Será importante hacerlo a través de las redes sociales, pero más importante aún si lo hacemos como “acto de presencia”, de modo que la sonrisa, el gesto amable, tengan un cuerpo presente que las redes no pueden transmitir. Se le quitará la ambigüedad a la palabra.
Se permitirá el encuentro con la verdad de los ojos, del rostro. Vivimos en mundo que requiere mucha legitimidad de los afectos ante una falta de una “ética de la empatía, de la amistad”.
Entonces, qué mejor que en estos momentos de la existencia donde todos, de uno u otro, modos sintonizamos en frecuencia modulada con los ritmos creativos del universo. Esto hará que nosotros que somos un “accidente cósmico”, le doblemos la nariz a las regularidades de la odiosidad, de la discriminación, así como el universo va dejando atrás las galaxias que no viven a la altura de los tiempos que va creando. El universo las deja como testimonio de lo que ya no será más, como señal de la evolución hacia estados menos imperfectos. Es el test de que lo malo no se olvida para no reproducirlo.
Así podremos espantar a las maldiciones de los racistas, sexistas, e ideologías de la maldad, a menudo sustanciadas desde la ignorancia o de las meras conspiraciones del poder (House of Cards). Se trata de no brindarle más espacio al malestar en la cultura de parte de quienes creemos que la vida es más que el tener o el poder. No hay que escapar de esto, solamente condenando, con rabia, sarcasmo o humor. Nuestra confesión y actuación es distinta, es desde nuestra creencia que lo humano en toda su diversidad, vale la pena.
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