Los cálculos dicen que el voto en Florida podría decidir la presidencia de Estados Unidos, y que el factor crucial en la orientación de ese voto podría ser el aumento del electorado puertorriqueño. Este martes se sabrá la verdad.
A dos días antes de las elecciones, el presidente Barack Obama dio un mitin por Hillary Clinton en una ciudad de Florida sin aparente trascendencia. Se llama Kissimmee.
En Kissimmee (69.000 habitantes) hay un lago con garzas. En Kissimmee hay señales de «Peligro cocodrilos». Conduciendo por sus carreteras hay tiendas de productos Disney donde puedes comprar a buen precio un unicornio de peluche color arcoíris o un búho con los ojos rellenos de purpurina dorada. Pero en Kissimmee, sobre todo, hay boricuas.
Ocurre que los cálculos dicen que el voto en Florida podría decidir la presidencia de Estados Unidos, y que el factor crucial en la orientación de ese voto podría ser el aumento del electorado puertorriqueño, de tendencia demócrata.
Al menos tres de cada cuatro boricuas votan demócrata. Por eso la llegada de más puertorriqueños, con derecho a voto por ser ciudadanos del Estado libre asociado, puede ser clave en un estado de distribución de voto tan ceñida como Florida, donde Gore perdió con Bush por 537 votos y Obama ganó a Romney por 70.000.
En Kissimmee son mayoría: un 60%. Empezaron a llegar en los noventa por la necesidad de Disney de mano de obra barata y ahora llegan por la crisis de la isla.Pero la comunidad boricua en Florida no está asentada como la de Nueva York o la de Chicago. Está en maduración política. “Queremos repetir la experiencia de los cubanos en Miami”, dice Torres. Estas elecciones se presenta por primera vez por Florida un boricua a la Cámara de representantes y en los condados de Florida Central abundan como nunca los puertorriqueños que aspiran a cargos públicos.
El pasado miércoles semana en un centro de votación de Kissimmee, donde también compite un puertorriqueño por primera vez a la alcaldía, hacían campaña para ser sheriff dos anglosajones y un boricua, Marco López, un sargento peleón que ha demandado a la oficina del sheriff por sentirse discriminado en el cuerpo. Cerca de él un detective puertorriqueño originario de Nueva York –nuyoricans, les llaman– pedía el voto para uno de los otros dos contendientes y comentaba que López no estaba preparado: “No basta con ser boricua en un pueblo de boricuas para merecerte ser el sheriff”. López se acercó después y dijo de su paisano: “Ese nuyorican ha creado una campaña de odio contra mí”.
La noche anterior, a unos kilómetros, un grupo de jubilados jugaba al domino en un club de puertorriqueños. Casi todos habían ejercido el voto por adelantado y se lo habían dado a Clinton. Menos Rafael Otero, un militar retirado de 54 años que recuerda las partidas de dominó que montaba con sus compañeros boricuas en las noches de Faluya o de Bagdad en la guerra de Irak. “Trump cuidará mejor a los veteranos”, dice Otero, votante republicano. “Hillary ya estuvo en el poder con su marido Bill y nunca pasaron una reforma a favor de los inmigrantes”.
Las fichas de dominó corrían y entrechocaban sobre las mesas como los datos electorales en el cerebro de los estrategas de Trump y Clinton a medida que corren las horas hacia el día del juicio final.
Fuente: elpais.com
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