Muchas veces nos hemos encontrado ante grandes encrucijadas de vida: cambios importantes, decisiones que tenemos que tomar, asuntos que tenemos que atender, y así podemos seguir extendiendo la lista…
Es increíble lo fácil que se nos hace identificar estos aspectos y sencillamente hacerles frente; sin embargo, cuando se trata de “soltar” o “dejar ir”, estamos frente a un nuevo y complejo dilema.
¿A qué se debe esto? La respuesta es simple:
A nuestros apegos profundos y a la asociación que hacemos de aquello que estamos resistiendo a dejar de lado o a sencillamente aceptar que ya no encaja en nuestra vida y/o que no nos funciona.
Admitir esto nos causa dolor y a veces lo que tendemos a hacer es ignorarlo, evitar mirarlo o posponerlo, racionalizando y creando todo tipo de excusas para continuar exactamente como estamos y perpetuar la fantasía de que “la vida se quede igual” (que nada cambie).
La realidad es que siempre a lo largo de nuestras vidas nos veremos varias veces teniendo que soltar.
A veces tenemos que soltar personas, no porque les hemos dejado de amar; sino porque finalmente llegamos a la dolorosa realización de que no podemos cambiar a nadie y que solo podemos cambiarnos a nosotros mismos.
A veces nos toca soltar relaciones, aquellas mismas por las que tanto hemos luchado o que tanto habíamos deseado, pero que lejos de ser gratificantes ya nos están haciendo daño.
A veces nos toca soltar costumbres y hábitos que desde hace tiempo van en deterioro de nuestro crecimiento personal, profesional y hasta espiritual.
A veces nos toca soltar sueños, esos que en algún momento nos reflejaron, pero que ahora sencillamente no tienen sentido, a pesar de lo mucho que insistimos.
A veces nos toca soltar nuestra mentalidad de siempre y abrirnos por completo a nuevas formas de pensamiento que nos permita adoptar creencias que vayan más acorde con nuestro contexto de realidad inmediato.
¿Con qué estamos asociando soltar? ¿Cuándo pienso en soltar que es lo primero que está llegando a mi mente?
Ha llegado el momento de que miremos a los ojos eso que estamos pensando de nosotros mismos cuando la vida se muestra tal cual es y nos vemos de frente a la realidad inevitable de que, para seguir avanzando necesitamos dejar aquello que lamentablemente es “peso muerto”, que impide nuestro avance y puede llevarnos incluso a nuestra destrucción.
Quizás ha llegado el momento de que comprendamos que soltar no tiene por qué seguir teniendo una connotación negativa como muchas veces hemos pensado (que fracasamos, que no hicimos suficiente o que no somos buenas personas).
Quizás ha llegado el momento de comprender que soltar puede ser sinónimo de libertad…
- Suelto lo viejo para que llegue lo nuevo
- Suelto el dolor para que abrazar la alegría
- Suelto el resentimiento para experimentar el amor
- Suelto la duda para abrazar la confianza
- Suelto los miedos para abrazar la fe.
Sí, definitivamente, cuando suelto puedo ser quien verdaderamente soy hoy y quien necesito ser, pero en plena libertad.
Pueden leer en La Nota Latina/La Nota-Latina.com
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