El pase de Neymar, ¿un precio inmoral? | La Nota Latina

El pase de Neymar, ¿un precio inmoral?

El pasado sábado 5 de agosto, los fans del Paris St Germain se quedaron con los crespos hechos en el estadio Parc des Princes. La estrella que les costó 263 millones de euros, no pudo brillar en la cancha en contra del equipo Amiens debido a que el CTI, certificado internacional de transferencia, no fue registrado la noche anterior al encuentro para completar el proceso del traspaso.

Luego de leer artículos deportivos de diarios colombianos, estadounidenses, españoles y británicos, la mayoría resaltaban en sus titulares la “inmoralidad” del valor del pase del futbolista brasileño. Sin embargo, ¿qué moralidad, en cuestión de dinero, se le puede pedir a Qatar, el país más rico del mundo y dueño del PSG? Según cifras de 2017, el ingreso anual per cápita en este país del Golfo Pérsico es casi $130.000 dólares.

El  hecho de que con la cifra que el PSG pagó por el astro brasileño se pudieran comprar seis islas griegas, en mi opinión es incomprensible, más no inmoral. Neymar da Silva Santos Junior más que un ser humano es un producto que genera millones de ganancias para su equipo y marcas patrocinadoras. Además, no lo hace gratis sino por una multimillonaria compensación.

Lo que sí considero inmoral es que el Paris St Germain, el equipo consentido del país cuyo lema oficial es “Libertad, igualdad y fraternidad“, sea propiedad de un estado árabe que se encuentra en la mira del reporte de 2017 de Human Rights Watch debido a las repetidas y graves violaciones de derechos humanos.

Los nuevos patrones de Don Neymar viven en un mundo en que las mujeres valen y tienen menos derechos que una cabra. Si sus maridos o guardianes las golpean o violan, el código penal no contempla estas acciones como un crimen. Y en caso de adulterio o relaciones sexuales fuera del matrimonio, si la mujer es soltera es flagelada y si es casada, sentenciada a muerte.

Por otro lado, la población de Qatar es de aproximadamente 2.1 millones de habitantes, y de éstos, menos del 10% son nacionales. El resto de los residentes son inmigrantes de Asia y África quienes ocupan cientos de miles de trabajos en servicio doméstico y construcción.

En este momento, la construcción de los estadios y demás infraestructura necesaria para la Copa Mundial FIFA 2022 es el imán que atrae a millones de trabajadores en busca de la alta remuneración. No obstante, según el informe de Human Rights Watch, estos trabajos no son más que el disfraz de la esclavitud amparada bajo el sistema inmigratorio de Qatar llamado kafala.

Las denuncias de los trabajadores coinciden en que sus empleadores les retienen los pasaportes, no les pagan a tiempo o por debajo de lo acordado, los explotan y obligan a vivir en condiciones denigrantes y en los peores casos, son golpeados y abusados sexualmente. Además, si quisieran cambiar de trabajo, el actual jefe se reserva el derecho del permiso y debe darles un “certificado de no objeción” antes del traslado.

Entonces, vuelvo y pregunto, ¿en dónde está la inmoralidad? ¿En el valor del contrato? ¿En quien lo ofrece? ¿En quien lo acepta? Como dice la canción de Wilfrido Vargas, “por la plata baila el mono” y Qatar lo sabe a la perfección.

Desde que el pequeño gigante petrolero se convirtió en el vecino problemático de la región al patrocinar las causas radicales de los grupos terroristas Hamas y la Hermandad Islámica, Egipto y las monarquías de Arabia Saudita y Emiratos Árabes cerraron sus fronteras y cesaron las relaciones diplomáticas causando crisis en múltiples sectores de la economía.

Por medio del fútbol, el lenguaje universal, Qatar compra la máscara que le permite promover una imagen positiva en el mundo. Y lo seguirá haciendo, mientras existan fanáticos que están dispuestos a pagar por las camisetas de Neymar $106 dólares por la de local y $196 por la de visitante.

Xiomara Spadafora
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