La celebración llegó a Estados Unidos a través de los irlandeses que emigraron desde su país de origen hasta el norte del continente Americano.
El 31 de octubre es una de las fiestas más esperadas del año en el mundo anglosajón. Sin duda, es una de las más exitosas exportaciones que han llegado a Europa y a América Latina desde los Estados Unidos, fundamentalmente a través de las películas: la noche de Halloween, víspera del Día de Todos los Santos, se ha convertido en una fecha destacada dentro de nuestro calendario.
Lo cierto es que prácticamente todas las series de televisión de éxito dedican uno de sus capítulos a esta fiesta. Puede que debido a estos capítulos especiales se haya popularizado en Europa y América Latina en particular la celebración de Halloween en los últimos años. Grandes centros comerciales y marcas prestan gran atención a esta fecha, e incluso en muchos centros escolares y preescolares se anima a que los niños vayan disfrazados.
Origen europeo
Halloween no es más que la unión de las palabras de la expresión inglesa «All hallow’s eve», que significa literalmente «víspera de Todos los Santos». La celebración llegó a Estados Unidos a través de los irlandeses que emigraron desde su país de origen hasta el norte del continente americano.
Tenía su origen en la tradición celta, pero con el paso de los siglos y la expansión del cristianismo en Europa, la víspera del 1° de noviembre adquirió su significado más religioso. Con el paso de los años de nuevo se perdió ese carácter espiritual y la fiesta se fue secularizando.
En Estados Unidos se fue convirtiendo en una noche de fiesta pagana, en la que domina el miedo, el terror, las calaveras y calabazas, con adornos y disfraces que nada tienen ya que ver con la festividad de la víspera de Todos los Santos.
En la tradición celta primigenia, Halloween sería la celebración de «Samaín», la fiesta que marcaba el final de la época de cosechas, y que significa «final de verano».
Era el modo en que los celtas despedían el periodo de fertilidad de la tierra y se adentraban en el invierno, marcando para ellos el inicio de un nuevo año. Las calabazas decoradas son el elemento más representativo del Samaín, y parte de lo que ha perdurado con el paso de los años en cuanto a la parte estética del actual Halloween.
En cuanto a la fiesta de Samaín, y según la tradición celta, se supone que los espíritus de los muertos volvían para despedirse de sus familiares. Se encendían hogueras para indicarles el camino, se les dejaba comida y dulces para mantenerlos contentos y alejar a los malos espíritus y se hacían ofrendas a Morrigu (reina de los demonios) y a Dagda (dios de la vida y de la muerte).
Los antiguos celtas creían que en la castaña habitaba el alma del difunto. Por cada castaña que se comía, se liberaba un alma, la celebración tenía lugar en los montes que eran sus lugares de culto. La fiesta era multitudinaria y de asistencia casi obligatoria. Quien no acudía corría el riesgo de perder la razón y enloquecer.
Las criaturas de la noche recorrían las calles con todas las luces apagadas durante la «Procesión de Fantasmas». Sin duda, algo muy parecido a lo que en los próximos días veremos en las calles de nuestras ciudades, que no estarán en tinieblas sino muy bien iluminadas.
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