El olvidado arte de ser agradecido | La Nota Latina

El olvidado arte de ser agradecido

José Tadeo Bravo
José Tadeo Bravo

Siempre he sido seguidor de los certámenes de belleza, la producción de sus espectáculos y la majestuosidad en escena, me resultan fascinantes. Una de mis partes favoritas es el “final walk” (o caminata final) del Miss Universo. Me refiero a ese momento cuando el foco de atención está dirigido a la soberana que se despide, con su maletita llena de trajes y zapatos de firma, con sus victorias, sonrisas, horas de sueño, anécdotas y, por supuesto, la réplica en miniatura de la tiara más codiciada por algunas mujeres.

En esa “final walk”, tradicionalmente la soberana saliente debe agradecer a aquellos que influyeron notablemente en su camino al triunfo, a quienes la acompañaron en su reinado y, por supuesto, con una gran sonrisa, pedir por la paz mundial.

Aquí me permito hacer un punto y aparte, pues merece especial mención el “final walk” de la venezolana Dayana Mendoza en el Miss Universo 2009, tan sincero y emotive.

Ayer, cuando veía el vídeo de Dayana, que llegó a mis manos por esa ruleta del destino llamada “causalidad”, pensé en los agradecimientos que daría en un momentazo como ese.

pantalon-hombre-carolina-h3Me imaginé caminando por un escenario en el Radio City Hall de New York, vestido por Carolina Herrera y calzado por Christian Louboutin y unos complementos diseñados por Stella Mc. Cartney, con una sonrisa pulida, eso sí, por mi odontóloga favorita, mi prima María Fernanda (mafita).

Me vi agradeciendo, por ejemplo, a mi vecina, una señora belga de 53 años que entiende que luego de las 10:00 pm, no puede jugar póker con sus amigas porque quienes vivimos a su alrededor, no somos jubilados y debemos ir a trabajar al día siguiente.

Durante esa pasarela, extendería el brazo y dejaría ver mi mejor sonrisa, pensando en la chica que me prepara el desayuno casi a diario, la mejor tortilla española del Sur de Tenerife la tienen ellos.

Agradecería, al señor que va siempre a tomarse sus cervecitas a la playa que suelo frecuentar, porque este Don sabe que no puede dejar la basura en la arena, ni botar los restos de comida en el agua.

Lanzaría un beso, que no se dude al estilo Dayana Mendoza, a aquellos adolescentes que ceden el puesto en el tranvía a los adultos mayores. Nunca lo hice en mi juventud y créanme que hoy me pesa ¡Cómo me arrepiento!

Siento —y ya aquí hablo en presente– un especial y profundo agradecimiento por quienes me han enseñado y acompañado desinteresadamente en mi vida. Es el caso de la familia venezolana/española/alemana (ellos saben quienes son) que técnica y literalmente decidió adoptarme. Mi amor infinito e incondicional para ustedes, su apoyo es invaluable .

agradecimiento laboralNo reconocería estrepitosamente la labor de los jefes que se lucran con el trabajo de sus empleados, pero sí aplaudiría a los que me han enseñado nuevos oficios y distintas formas de crecer en todos los ámbitos de mi vida – de estos tengo un montón en Venezuela, España y Miami). A mis consejeros: mi adorada couching Mayra Moreno, por mencionar a alguno de ellos, que me acompaña en este viaje como si fuera la guía turística de mis emociones; o mi gran instructora del periodismo, la siempre consecuente y asertiva Mariana Álvarez, que sigue semanalmente mis columnas como si fueran de ella.

Cuando doy el giro para retornar al inicio de la pasarela y continuar con mi “final walk”, menciono a mis amigos y amigas de toda la vida, ese apreciado tesoro que conservo y frecuento a diario por las redes sociales, esos que me llaman, me hacen fotografías anecdóticas, me envían montones de golosinas a cualquier lugar del mundo – Bea este sería agradecerte a ti.

Porque no a mis amigos, los medios alternativos de comunicación, mención aparte a Skype, tan adorado por los inmigrantes.

Al mencionar este grupo, haría un especial paréntesis para destacar la compañía de estas personas que nos ayudan a sembrar recuerdos, para luego recoger sonrisas tatuadas en el tiempo.

Seguramente dedicaría un guiño a mis familiares, esos que van de la mano conmigo, desde muy cerca y hasta muy lejos, pero siempre poniendo y anteponiendo mi felicidad ante cualquier cosa, los que han sido forjadores de cada valor que se me inculcó desde pequeño.

Aquí las lágrimas me rebasan los ojos, no me atrevo a mencionar a alguno, son tantos y tan maravillosos que sería injusto dejar por fuera a alguien.

Lanzaría un enorme beso con la mano derecha a los insignes batallantes de la vida diaria que hacen mejor mi mundo, esos que no vemos nunca, los que nos empeñamos en menospreciar, en olvidar, en criticar, en no saludar, incluso en olvidar.

agradecidoEntiéndase: las señoras que limpian el baño de los centros comerciales, al platanero que recoge la mejor cosecha, al viejito de la tiendita que no me extorsiona con los precios de la comida, al fumador que no tira sus colillas al piso, a la muchacha de la oficina que llega puntual a su trabajo y que, además, no se lima las uñas mientras le hablo de mi problema. También a ese policía que amablemente me sonríe cuando le pido una dirección, a la inglesa que limpia la piscina de mi urbanización, al camarero que me atiende rápidamente, la vendedora que me da una recomendación adecuada, mi peluquera que siempre está atenta de mi estética personal, el jovencito de seguridad que se trasnocha a diario para que no roben en los alrededores de mi casa y así… A aquellos que no reconocemos en la sociedad porque simplemente no son de la nómina mayor.

Termino saliendo del escenario, alegre, orgulloso, satisfecho, pleno de emoción, hasta que me encuentro con la realidad… Vivimos tan ensimismados y automatizados que ninguno es capaz de ofrecer un “gracias” a todos los héroes anónimos, a esas personas que no salen en revistas del corazón, pero que sí aparecen en las páginas de nuestra cotidianidad.

Hagamos el ejercicio del “final walk” de la Miss Universo, pero en vaqueros, franela y zapatos deportivos. Vamos, regalemos un “gracias” a quienes hacen nuestro entorno un lugar major.

agradecido 2Desde este espacio, aprovecho para agradecer a todos los que leen, comparten y señalan mis posiciones, porque por ustedes sigo con las ansias de vivir, de continuar mejorando y aprendiendo.

No puedo despedirme sin agradecer a mis padres, Julio, Virginia y Merys, que me apoyan y me aman por sobre todas las cosas, personas a quienes literalmente les debo mi vida. A mis hermanos adorados, por ser mis almas gemelas. A mi abuelita Blanca, por ser mi angelita en la Tierra… Bueno, y el infaltable cliché: ¡Pido por “la paz mundial”!

Atrévete, lánzate tu pasarela, agradece y verás como en un día recibirás también un agradecimiento por existir en este convulsionado mundo.

 

José Tadeo Bravo

José Tadeo Bravo

twitter: @tadebravo

Instagram: @jtadeobravo

 

Jose Bravo
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