Recuerdo haber acompañado a mi abuelo Papachú muy pocas veces a su huerta, porque ya en ese tiempo le costaba caminar. Por lo tanto, la próspera parcela quedó resumida a dos chivos y una chiva, una pequeña siembra de ají y las enredaderas de ayuma (calabaza) y parchitas (maracuyá) que pintaban de amarillo el suelo y los huecos de la cerca de metal. Disfruté de su compañía porque mientras él con un palo llevaba a los animales al pozo a tomar agua, yo me perdía recogiendo los frutos del cactus de melón: Pichigüey. Una fruta deliciosa, de color fucsia lustrosa, muy pequeñita, que explotaba en mi boca en diminutas semillas agridulces una vez las mordía con el cordal.
Un día, cuando abríamos la puerta asimétrica de su huerta, mi abuelo se dio cuenta de que le faltaba un chivo: ¡Se lo habían robado! No estaba bajo la sombra del guatapanare, donde habitualmente reposaba. A esas horas, el pobre Ignacio, era servido en salsa de coco en una mesa de una casa cualquiera de mi amado pueblo.
Mi abuelo se puso rojo de la furia y me dijo: “El ojo del amo engorda el ganado”. No le entendí lo que me quiso decir, ni me preocupé. No estaba en mi interés. Solo pensaba en los ojos tristes de Ignacio. Mi abuelo había abandonado su parcela y esa era una las consecuencias.
Años más tarde entendí este adagio: “El ojo del amo engorda el caballo” o la variante de esta frase: “El ojo del amo engorda el ganado”. En este relato, no les hablo a personas con negocios establecidos porque, obviamente, a estas alturas algunos de sus trabajos, con los que no se sienten cómodos o que no manejan del todo, por ejemplo, contabilidad, inversiones o mercadeo, son realizados por otras personas valiosas que forman parte de la plantilla laboral de su compañía. Luego se reúnen y revisan el trabajo en equipo, lo que llaman junta. La tecnología lleva a monitorear, incluso, desde el móvil.
Les hablo, entonces, a los emprendedores, puesto que en sus inicios deben de estar muy pendientes de su negocio si quieren que funcione bien y crezca, porque no cuentan con los recursos suficientes para pagarle a otra persona y delegar. Es el principio de todo, de priorizar para ser productivos y no desgastarse. Es un balance y llegará el momento cuando la compañía sea más lucrativa, que las tareas con las que no se identifiquen puedan ser desarrolladas por otras personas que, obviamente, aportaran una visión diferente.
Esto quiere decir que si decidiste emprender, este refrán que aprendí de mi abuelo, nos aconseja cuidar de lo propio y debes tenerlo en consideración al principio si quieres crecer y expandirte. Necesitas mantener los pies en la tierra y saber que todo tiene sentido cuando trabajamos en lo que nos gusta y con visión clara, incluso, de las limitaciones.
Como siempre, nos complace vincular nuestros relatos con mensajes de la Biblia. Está relacionado con Moisés cuando subió al monte Sinaí para cumplir una misión Divina. Pasó mucho tiempo fuera de su “empresa” (lejos de su pueblo), lo que dejó espacio para que cayera en descrédito. Como consecuencia, los hebreos comenzaron, incluso, a dudar de Dios. Moisés logró retomar el control antes de que Dios desatara su ira sobre los judíos. Y ellos solo llegaron a la Tierra Prometida porque Moisés reasumió el liderazgo de su misión.
Los queremos mis corazones bellos. Gracias por leer nuestras reseñas, compartir y publicitarse con nosotras. Recuerden que aquí estamos para redactarles una nota de presentación, la entrevista que les ayudara a potenciar sus marcas, llevarles sus redes sociales desde cero o escribirles su historia y convertirla en un libro.
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