En nuestra niñez aparecen con diferentes nombres: extraños, ruidos, oscuridad, coco, loco, bruja, fantasma, etc. El hecho es que en algún momento de nuestra temprana experiencia aparecieron como seres externos que se metieron en nuestra mente.
El miedo es una emoción humana básica, caracterizada por una experiencia subjetiva desagradable que experimentamos cuando consideramos que estamos en riesgo, sea este real o imaginario. Si bien existen posturas teóricas que indican que, como especie, el ser humano viene dotado de esta emoción, la cual le habilita para sobrevivir de peligros; existen otras posturas que argumentan que el miedo es básicamente aprendido. Dichas posiciones a mi modo de entender no son contrarias sino más bien se complementan. Existe una dotación biológica que se exacerba con las prácticas emocionales y sociales que rodean a la persona.
Pero, si se necesita una valoración de peligro, ¿cómo es que un niño pequeño experimenta miedo? Es importante acotar que existen miedos evolutivos, es decir, aquellos que aparecen progresivamente con el crecimiento de los niños. Los avances en la maduración de funciones perceptuales aunado al desarrollo de la capacidad de aprendizaje, junto a la evolución del sistema nervioso, hacen que los niños desarrollen diferentes niveles de percepción del peligro. Se encuentra igualmente asociada la capacidad simbólica y de representación del niño, lo que en otras palabras significa, que el niño tiene capacidad de recordar experiencias desagradables y puede hacer el ejercicio mental de prever que puedan repetirse. También juegan un papel importante, la información que los niños tengan de la realidad y las manifestaciones de los adultos a su alrededor.
Los miedos evolutivos a los extraños, a la separación, a animales, a dormir solos, aparecen sin que necesariamente algún acontecimiento en particular los haya generado; pudiendo desaparecer igualmente, sin mayor intervención de los adultos. Se hace importante resaltar que el miedo a nuevas situaciones y estimulaciones físicas imprevistas como ruidos, pueden generar miedo en los niños.
Es importante no olvidar que existe un momento del desarrollo de nuestros hijos, cuando se desarrolla su pensamiento mágico. Este da lugar a que los niños entre los 4 y 8 años cuando ellos pueden creer en hadas, brujas, ogros, monstruos, debido a que no diferencian entre realidad y fantasías. Estos pensamientos no se eliminan por mucho que los padres quieran usar su lógica con ellos, aunque no se debe renunciar a explicaciones aclaratorias. Sin embargo, es su propio proceso de maduración de su capacidad razonadora quien los irá sacando de escena. Luego de los 8 años, los miedos a catástrofes naturales, al daño físico, al ridículo y al rendimiento académico, hacen presencia. En la adolescencia, la vida social, accidentes, enfermedades, rendimiento académico, aspecto físico y relaciones sociales, forman parte de la lista de fuentes de miedo.
Con los miedos madurativos, la intervención de los padres es esencial para que los mismos transcurran como lo que son, una etapa. Al respecto se recomienda:
- Tener vínculos con nuestros hijos donde se estimule la seguridad afectiva. Es decir, que los niños pueden contar con sus padres en su proceso de conseguir el autocontrol.
- Permitir que nuestros hijos resuelvan las cosas por si mismo, evitando la sobreprotección que les indica, indirectamente, que él o ella no son capaces.
- Evitar disciplinar o querer usar el miedo como herramienta de control.
- No obligar al niño o adolescente a enfrentar el objeto temido y mucho menos desestimar la emoción que sienten.
- No reforzar el miedo ni dramatizar la situación.
- Fomentar la realización de actividades donde sienta dominio y reforzar su destreza.
- Evitar que nuestros hijos sean espectadores de nuestra expresión de miedos. Ante estas situaciones debemos mantenernos tranquilos y confiados que podemos mantener la situación bajo control.
Es nuestra preparación y conocimiento al respecto, revisión personal y manejo de estos momentos, ayudaremos a que nuestros hijos, superen y aprenda a manejar de manera eficiente esta emoción que, a través de su vida, tendrá diferentes agentes generadores.
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