La moda tecnológica da para todos y ahora hasta los psicólogos tendrán que ingeniárselas cuando quieran orientar a alguien que es víctima del fantasmeo. Si, del ghosting. Ahora Cupido sufre cuando las parejas terminan por vía digital y empieza la ley del hielo moderna: silencio total en redes sociales, bloqueo, blanqueo… desaparición del universo del ex amado.
No es una moda, no es algo pasajero. Es una práctica muy común en la era de Facebook, Whatsapp y demás redes sociales. Las celebrities lo ponen en marcha a cada rato. Las muy poderosas envían comunicados a la revista más importante y voilá, adiós con la pareja, adiós a Cupido.
Tal es el caso de la bella y despampanante Charlize Theron que cuando se enteró del engaño de Sean Penn, le declaró la muerte civil, practicándole el ghosting, que se traduce como fantasmeo, desaparecer como por arte de magia. El término proviene de una expresión coloquial francesa que refiere a irse para nunca más volver. Hoy se usa en el caso de cuando un miembro de la pareja se retira sin que el otro se entere y guarda relación con Ghost, la película con Demi Moore y Patrick Swayze. Por cierto, el mal encarado de Penn se enteró de la ruptura por la prensa del corazón, de la misma forma en que Charlize se enteró de cómo y con quién la engañaba. Ojo por ojo pues. Sólo que la Bella borró a la Bestia del mapa con revista People en mano.
El tema ha hecho que los especialistas empiecen a preocuparse. Parece que es tendencia ver divanes llenos de fantasmeados. Al menos uno de cada diez personas ha aplicado este método moderno de ruptura sentimental en Estados Unidos. El Huffigton Post publicó una encuesta donde el 11% de los norteamericanos había fantasmeado alguna vez. La moda comenzó con el fax, luego con el mail. Atrás quedaron los tiempos en que se rompía cara a cara.
Daniel Day Lewis dejó a una Isabelle Adjani embarazada a través de un simple fax. Joe Jonas terminó con Taylor Swift sin que ella se enterara, con el riesgo de aparecer en alguna de sus canciones. A Katy Perry la dejaron por un mensaje de texto y una confirmación por correo electrónico. Y así, en la vida diaria, y no sólo a nivel sentimental, suele hacerse ghosting, más allá de los amantes, con los amigos y socios de negocios, también.
Ahora, ¿cómo se lo toma la contraparte? ¿Cómo afecta al victimario y a la víctima? Les digo, ghosting está incluída ya en el diccionario británico Collins, así te temida y practicada es esta nueva modalidad. El corte de todo tipo de comunicación es claro y gracias a las nuevas tecnologías es más radical. Lo peor para las parejas es que muchas establecen relaciones a través de Internet, aplicaciones para celulares y una infinidad de redes sociales.
No se trata de la simple ley del hielo, no se le voltea la cara a nadie en sí. Es peor… se desaparece de la vida del otro por completo. ¿Quién sufre? ¿Qué se afecta? La autoestima seguramente. Igual que en toda ruptura se pasa por un duelo, una negación (seguramente si se desconoce el motivo de la ruptura) y la aceptación. En relaciones que una vez fueron sólidas o hubo fuertes compromisos, el reto es mayor, por el remordimiento y el sentimiento de culpa. Para quien lo practica y desaparece… también hay consecuencias. Quizás para un millenials la situación sea más llevadera, pero para los más adultos hay costumbres y estas modalidades contraen resentimientos. ¿Será que debí…? Psicólogos apuntan sobre el miedo al conflicto, a evitar asumir las responsabilidades frente al hecho de tener que comunicar sentimientos reprimidos, a dar la cara para terminar una relación.
Huffington Post ordenó una encuesta en Estados Unidos que reveló que 13% había sufrido de ghosting. Hombres y mujeres lo aplican y han sido víctimas casi que por igual. Y es que la tecnología hace de las suyas. Aplicaciones diversas te permiten estar en oculto en las pantallas de los smartphone, así que sí, en un clic una pareja puede dar el fin y desaparecer de la vida del otro sin que éste sepa.
Pareciera sencillo. Tinder y Grindr brindan esa opción ideal para el ghosting que es muy propia del mundo online y es muy común que se practique desde adolescentes, porque lo aplican en su vida cotidiana con mayor énfasis. Se trata de la cultura del ‘desechable’ y ya los expertos han empezado a enfatizar en este aspecto: se está normalizando la conducta de ignorar al otro como si fuese un comportamiento correcto –cuando en realidad no lo es- y se impone la creencia de que las personas no tienen sentimientos –que quien practica ghosting carece de ellos- y se pierde la empatía.
Decir adiós es doloroso, es verdad, pero no encararlo sólo enmascara el dolor, no lo resuelve. Eso sucede más en el amor, pero ni hablar de relaciones de trabajo, en la familia o en las amistades. Si las redes sociales nos han permitido socializar mucho más que antes, tenemos que hacer un esfuerzo mayor a la hora del contacto interpersonal. Las experiencias dolorosas no procesadas le causan al victimario una incapacidad para cortar la relación de una forma eficaz. Igual la procesión sigue andando. Con desaparecer del mapa no se logra nada. Para la víctima del ghosting el rechazo hace que la ruptura sea aún más dolorosa porque es un corte vago, impreciso.
Cortar con el amor de turno o el amor de la vida, según sea el caso, es una oportunidad para el crecimiento personal. Involucra sinceridad por la parte que lo exige. Explicar razones válidas para la terminación de la relación dará paso a un crecimiento mayor, se asume responsabilidad en la situación. El ghosting quita eso precisamente, porque al no tomarse la molestia de dignificar la relación y decir adiós, solo resta y causa más dolor y sufrimiento y se establece un patrón insano que puede convertirse en algo más que pasajero.
Con el ghosting se pretende evitar el conflicto, la incomodidad de verle la cara al otro. Lo peor viene cuando se dan cuenta de que están vinculados en las redes sociales porque se siguen, pero no hay comunicación alguna, sólo que se lo ignora en todas partes. Eso es más doloroso y refuerza inseguridades.
Lo mejor es ser sensato, analizar bien qué está pasando en la relación. Y elegir la manera idónea de decir adiós, donde se garantice que sí se podrá hacer un cierre de ciclo. Con la comprensión de qué fue lo que pasó realmente, se puede dar una conclusión y así estar en total libertad para emprender nuevos caminos.
Foto de portada: midlifeboulevard.com
Evelyn Navas
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