El error: ¿por qué es un excelente maestro? | La Nota Latina

El error: ¿por qué es un excelente maestro?

 

“Errar es de humano”, expresa un muy utilizado adagio popular. Equivocarnos mientras nos desarrollamos como seres humanos y como familia, es un aspecto que no podemos evitar, debido a que es un proceso natural, intrínseco a vivir.

Pero es que en ese proceso de generar respuestas ante el ambiente, o sencillamente, madurar funciones y desarrollar habilidades, son muchos los errores o las fallas que cometemos. Para todos es natural ver a un niño caerse, en las primeras etapas de la marcha; que la comida se le derrame cuando comienza a usar los cubiertos; que las primeras líneas, letras y dibujos no sean estilizados cuando está aprendiendo a utilizar el lápiz. Y así, un sinfín de comportamientos que no son únicos de la infancia, ya que, a cada edad, ante cada nueva situación, volvemos a poner a prueba nuestras condiciones, con amplia posibilidad de errar.

Sin embargo, ¿por qué somos, algunas veces, impacientes ante la falla de los pequeños, los no tan pequeños y en el extremo del ciclo de vida, con los que poseen más edad? ¿Por qué en términos generales, somos poco tolerantes ante el fallar?

En lo personal, tales actitudes y creencias generan una enorme exigencia emocional al sujeto, llevándolo en los casos extremos, al desarrollo de cuadros patológicos. Pero podríamos decir que cada adulto es responsable de sí mismo, sin embargo, lo que sí es muy importante observar, estar atentos y prevenir esta actitud, en nuestro rol como padres, en nuestra vida familiar.

Está claro y hasta es obvio que, a todos sin excepción, nos encanta acertar, ser alabados por nuestra habilidad, comprobar que poseemos un adecuado criterio o tomamos una acertada decisión, e igualmente, ver el mismo desempeño en los miembros de nuestra familia. Pero tal situación en la totalidad de nuestras acciones no solo es difícil, es imposible.

Sin embargo, manejamos pretensiones contradictorias tales como que nuestros hijos yerren, pero poco; que se desarrollen a su ritmo, pero que se apuren; que si se equivocan, disimularlo y hasta negarlo. Tales pretensiones solo indican la escasa y poco honesta disposición que poseemos ante lo “aparentemente normal” de equivocarnos y el de aceptar los errores en nuestros hijos y otros familiares.

Y es que nos esforzamos tanto en parecer normales como individuos y familias, en que nuestros hijos funciones según los parámetros, que muchas veces caemos en el error de negarnos a ver reales deficiencias o problemáticas. Esas que si necesitan atención especializada. Cayendo entonces, en el extremo de la negación de una condición especial o una crisis en la vida familiar.

Pero sin irnos al extremo, quedándonos en el espacio de lo cotidiano, de lo común, es importante reconocer que cuando nuestros hijos cometen un error o falla, tienen la posibilidad, si se lo enseñamos, de aprender de esa falla. Enseñarle, que esa posibilidad de aprender, la otorga el error.

  • El error ayuda a identificar la acción, la estrategia, el criterio que no funciona y no volverlo a utilizar, en circunstancias similares.
  • El error nos permite explorar nuevas acciones y con ellas, darnos cuenta de la cantidad de opciones que podemos ensayar.
  • El error nos ayuda a aprender a desarrollar explicaciones de por qué no funcionó la acción, lo cual conlleva a la reflexión y el análisis.
  • El error nos permite la evaluación de consecuencias negativas y proyectar el alcance de tales repercusiones.

No se pretende con este artículo, hacer una apología del error o, restarle las ventajas y beneficios que posee el acertar. Sin embargo, la finalidad es hacer provechoso una condición que regularmente se manifiesta y que social y personalmente subestimamos, por no decir que rechazamos.

Cuando en la vida familiar aprovechamos los errores para hacer un ejercicio de revisión, análisis, evaluación de consecuencias y sobre todo, de aceptación de la falibilidad humana, estamos quitándonos y quitándoles a nuestros hijos, un factor de riesgo para el desarrollo de ansiedades, miedos y hasta el desarrollo de una patología mental.

Igualmente, estamos ejercitando el respeto a las características y procesos personales, pero a la vez, siendo empáticos ante las emociones que tal circunstancia produzca y estimuladores de nuevos intentos a ensayar, lo cual contribuye al desarrollo de la determinación, la perseverancia y el coraje.

Twitter/ Instagram: @crispaz05

 

Cristina Paz
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