Tras las concentraciones recientes desarrolladas en España, se han demostrado varias cosas. Por un lado, que ya no somos capaces de concebir la política sin pactar o mejor dicho, sin negociar. El ejercicio del poder se ha convertido en un contrato mercantil. Por otro que el pueblo no tiene fuerza vinculante: su voto es solo una tercera parte del proceso democrático que sigue tras las elecciones con el visto bueno del Rey y la investidura en el congreso.
Las concentraciones solo muestran su voz dormida, apenada e impotente. Nada más. Lo peor de todo es que el efecto que causan los pactos ataca el principio del término medio de Aristóteles. El término se refiere a la idea de que la virtud moral se encuentra en un punto intermedio entre dos extremos viciosos. Según Aristóteles, la virtud se encuentra en el equilibrio entre dos extremos opuestos. Por ejemplo, el coraje se encuentra entre la cobardía y la temeridad. En un contexto presuntamente democrático, el término medio alude al pacto cuando genera principios y valores que benefician a todos. No habría virtud si solo beneficia a unos pocos. No obstante, los pactos actuales implican la supresión de la participación política popular y la consolidación del poder de decisión en manos de unos pocos que no escuchan a la mayoría saltándose el escenario democrático.
La relación entre el término medio de Aristóteles y los pactos antidemocráticos puede entenderse desde la perspectiva de la ética política. Aristóteles consideraba que la virtud política se encontraba en la mitad entre el exceso y la deficiencia. Aplicando este concepto a los pactos antidemocráticos, podríamos decir que estos se alejan de esa mitad y se sitúan solo en uno de los extremos, dando lugar a una política deficiente y desequilibrada. El pueblo y el poder no saben encontrar el término medio.
Dicho esto estoy seguro de que los lectores pensarán que me refiero a un partido concreto y a un pacto concreto. No obstante, me refiero a todos porque todos han hecho pactos urgentes y similares, según consta en los archivos históricos. Todos. El desequilibrio existe desde hace tiempo como fuente antidemocrática. Quizás podemos soñar con una democracia radical donde no existan los pactos y donde el pueblo y el poder puedan alcanzar el término medio. Y digo soñar porque solo es un sueño, un anhelo, un deseo, una añoranza de virtud, un suspiro.
Pueden leer en La Nota Latina/La Nota-Latina.com
La era de los escandalizados: ¿En qué consiste?
- La ambigüedad de la traición: Héroes y villanos en la obra La versión de Judas de Manuel Moyano - septiembre 24, 2024
- La triada oscura: El rasgo distintivo de las personalidades destructivas - septiembre 11, 2024
- El odio: ¿Cómo superarlo a través de la reflexión y el perdón? - agosto 27, 2024