Los límites de cada persona son muy diferentes. Esto difiere mucho de persona a persona, y no todos poseemos la misma capacidad de soportar los problemas. Sin embargo, todos intentamos enfrentarlos de la mejor forma que conocemos y podemos.
Gracias a esos esfuerzos muchas veces conseguimos resolver aquellas situaciones que nos preocupan, pero no siempre, la forma en que abordamos nuestros conflictos o emociones, son las más apropiadas. Es ahí, donde necesitamos de alguien que nos oriente y ayude para enfrentar nuestras limitantes.
Cuando creemos que nuestra vida no tiene sentido y nos inunda la tristeza con falta de ilusión, desesperanza y agobios como fue mi caso por la pérdida de mi Gran Andrés. Como lo he dicho en artículos anteriores, no era consciente del tiempo, ni del espacio. Recuerdo que en el mes de enero, al cumplir un mes de fallecido mi Chocolate, le manifesté a mi esposo la necesidad de acudir a un profesional porque sentía que me estaba enloqueciendo y estaba segura que sola no iba a poder. Me apoyo la idea, pero también me dejó claro que fuera yo. Él no sentía la necesidad de acudir a uno. Más sin embargo, para mi sorpresa, Carlos, asistió al psicólogo primero que yo.
¿Cómo sabemos cuándo necesitamos de ayuda psicológica? En la medida de que los pensamientos, son frecuentemente negativos. Todo lo que nos rodea lo vemos amenazante, gris, con sensación de soledad e incomprensión. Pensamientos pesimistas, donde se cree que nada tiene solución y por ende nada cambiará. Ataques de miedos e inseguridad que impiden relacionarnos con otras personas, cuando los gritos sustituyen al diálogo. Yo estuve a la defensiva. Utilizaba el grito para dominar, para demostrar autoridad y muchas veces en el fondo, lo que se sentía era miedo.
Reconocer la necesidad de ayuda y buscarla en un especialista, sin duda alguna es una muestra de determinación. Sin embargo esto no sucede siempre, porque en el mundo en que vivimos existen muchos tabúes, que no permiten mostrar la verdadera importancia que tiene un psicólogo. Esto suele suceder porque las personas asocian el acudir a un especialista de la salud mental, con el reconocimiento de trastornos mentales. También por miedo a mostrar sus verdaderos sentimientos, ya sean de frustraciones, obsesiones, complejos, inseguridad, debilidad, baja autoestima, etc.
Si queremos ayuda, debemos acudir al profesional sin soberbia. El terapeuta se coloca en un sitio adecuado, tal vez lo que te diga ya lo has escuchado antes, pero él por ser especialista en la materia es un extraño para ti y lo que te diga lo captarás desde otro ángulo. La empatía con la persona que elijas como terapeuta es importantísima. Debe haber feeling desde que entras al consultorio. Debe existir sincronía entre ambas partes. Además, de generarte confianza para que así puedas expresarte abiertamente.
Aunque suene contradictorio, el especialista le pondrá palabras a un dolor que no tiene palabras. Él te va apoyar a que vivas e integres ese duelo. ¿Cómo se integra? Es similar al proceso del reciclaje. En vez de desechar el envase vacío del agua que nos tomamos pensando que ya sirve, lo agarramos y sacamos de él una utilidad, le buscamos un uso. De la misma manera, el profesional hará con nuestro dolor. Así, poco a poco, iremos descubriendo lo que hay detrás de lo sucedido. En mis consultas psicológicas expreso libremente todo el dolor, mi rabia, lloro sin que nadie me juzgue. No se hacen comparaciones y todo lo que allí digo, es totalmente confidencial, todo lo que allí hablo, allí se queda.
En mi camino como madre en duelo he contado con el apoyo de tres mujeres admirables, guerreras y seres espirituales: mi terapista de Reiki. Fue la encargada de trabajarme a nivel espiritual, niveló mis chakras, me enseñó mantras, me brindó la oportunidad de perdonarme y me dio herramientas para manejar mi dolor. La instructora de yoga. Estuvo conmigo desde que Andrés crecía en mi vientre. Se especializa en yoga para embarazadas. Luego de que mi hijo se fue al cielo, ella me ayudó a cultivar, proteger y amar al niño que todos llevamos por dentro. Con sus palabras de aliento me ha hecho ver la simplicidad de las cosas y finalmente mi psicóloga. Desde la primera consulta hubo empatía entre nosotras. Es la persona con la cual hago catarsis. A través de dinámicas y ejercicios simples nos ha conducido a la “recuperación”.
Mi recomendación es, no tener miedo de ir a un terapeuta. Evalúa tu situación emocional y si crees que debe acudir a uno, hazlo, no escuches los comentarios de la gente, simplemente escucha lo que te dicta tu corazón. A ti, que has perdido a un ser querido, que atraviesas una crisis matrimonial o divorcio, te abrazo a distancia. No estás sola, siempre hay alguien que estará dispuesto a ayudarte, no te niegues a dar el paso. Me despido como siempre lo hago cuando escribo sobre ti hijo: “Dios te bendiga. Te amo. Un beso enorme y un fuerte abrazo que lleguen hasta el cielo”.
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