Durante el duelo, se acompaña a la persona, no se señala. Se ofrece refugio, no críticas. Se da aliento, no se juzga. Se asiste de corazón, no por compromiso. Se consuela sinceramente, aquí las falsedades no tienen cabida. Hasta que no seamos más amables los unos con los otros no evolucionaremos como sociedad.
Así como en la vida conocemos muchos tipos de personas con diversas personalidades, así mismo se nos van a presentar durante nuestro duelo. Antes de vivirlo, jamás pensé que habría gente tan fuera de foco como las que se me acercaron. Este tema lo discutí en una de las consultas con mi psicóloga. Lo hice porque los comentarios crueles me afectaron muchísimo. La doctora Rosa a esta etapa que atravesaba la definió como “Morbo”.
Ustedes se estarán preguntando porque le dedico un capítulo a este tema. Lo hago porque antes de juzgar o criticar debemos pensar bien lo que vamos a decir. Primero fui señalada por mi decisión de cremar a mi hijo. Muchas personas me dijeron cosas como: “Si el niño sufrió tanto en vida porqué lo vas hacer sufrir más mandándolo a quemar”, “Los niños no se creman porque van al infierno”, “Lo normal es que se entierre a la persona”, “No te imaginas el error que has cometido con tu acción”. Yo sumergida en mi dolor pensaba: ¿Quiénes son ellos para señalarme por haber tomado una “buena” o “mala” decisión? Simplemente lo decidí. En ese momento, caminaba por inercia y sólo bebía agua porque de tanto llorar lo único que sentía era sed.
También hubo gente que en pleno funeral me dijo: “Ay chica pensé que después de tanto tiempo en un hospital ibas a estar más delgada pero te has mantenido igual”. De verdad que no puedo entender que en medio de tal circunstancia y de tanto dolor, una persona estuviera pendiente de cómo me veía físicamente. Como si estar gorda o flaca fuera relevante. Donde lo único importante siempre fue la recuperación de mi hijo y nunca estuve pendiente de mi peso, tampoco si las ojeras era lo que más destacaba de mi maquillaje natural. Antes del velorio me mandé a planchar el cabello. Mi esposo durante el funeral estuvo de traje y corbata. ¿Acaso es un delito despedir a nuestro ser querido como mejor nos plazca?
Pensé que las críticas llegaban hasta ese escenario, pero no. Días después, escuché comentarios como: “Te ves tan bien y serena. Estás como si nada”. Wao como alguien es capaz de decirle semejante cosa a una madre que acaba de perder a su hijo. A veces no decía nada, otras veces contestaba: “No estás dentro de mí y no tienes idea de cómo está mi alma” o “Gracias a Dios tengo a mi hijo Diego que me da la fuerza necesaria para salir adelante día a día”.
Aproximadamente tres semanas después de fallecer mi #GranAndrés, decidimos irnos de viaje para reencontrarnos como familia nosotros tres y por eso también nos señalaron. “Tuvieron muchos gastos con el niño y aun así pudieron irse de viaje?”, “Ya veo que la pasaron muy bien. Llegaron negritos”. “A pesar del dolor, tuvieron ánimo para viajar”. Qué fácil es juzgar y cuán difícil es llevar el dolor acuestas.
La gente se gradúa en opinión pública y no examina su vida. Te señalan, critican, viven por ti, pero son incapaces de ofrecerte un refugio, un desahogo. Me hubiera encantado que esa mayoría me hubiera dicho frases como: ¡A pesar de tu dolor has salido adelante!, ¡Qué bueno encontrarte, vamos a tomarnos un café y así te desahogas un poco!, o más sencillo todavía, en vez de hablar simplemente recibir un fuerte abrazo. No siempre hablar es lo mejor. En estos momentos tan difíciles y dolorosos las palabras no aportan. Hay tantas maneras de ofrecer una mano amiga alentadora. Un apoyo sin necesidad de señalar, ni ser hipócritas. Hay otro tipo de personas que te dicen: “no le pares a los comentarios”, pero me parece que es una frase mediocre. Es como voltear la cabeza para el otro lado cuando en realidad el problema sigue estando ahí. Con el pasar del tiempo nos hemos convertido en personas más agresivas y juzgadoras. La psicóloga me recomendó como ejercicio, elaborar respuestas. Construir frases que les diera en el corazón a esas personas que me juzgaron.
También había días que no quería ni levantarme de la cama, no tenía ganas de nada, sólo de llorar pero debía salir a buscar a mi hijo todos los mediodías a su colegio. Si me veían los ojos hinchados, el cabello solo con una pinza, vestida de mono y franela, entonces eran las caras de lástima las que me veían. Y aquí escuchaba otras frases: “Debes levantarte, subir el ánimo porque tienes un hijo por quien luchar”, “Con esa cara de tristeza y ese ánimo no podrás salir adelante”, “Arréglate un poco, verás que al verte otra cara te sentirás mejor”. Hagas lo que hagas y cómo lo hagas, igual serás señalado. En momentos de duelo, lo recomendable es: ACOMPAÑAR, ESCUCHAR y CALLAR. NO HAY PALABRA DE CONSUELO. Lo mejor que puedes hacer es ahorrarte los comentarios. Tampoco es momento de preguntas. El doliente no tiene cabeza para nada, menos para responder cosas que ni él sabe y mucho menos entiende. La misma persona en luto tiene más dudas que tú. No tiene conocimiento del tiempo ni del espacio. ¿Cómo consolar a una persona que ha perdido a un ser querido? Ofrécele un abrazo, soba su hombro, pasa tu mano por su espalda o dale un beso sincero.
Durante el duelo, se acompaña a la persona, no se señala. Se ofrece refugio, no críticas. Se da aliento, no se juzga. Se asiste de corazón, no por compromiso. Se consuela sinceramente, aquí las falsedades no tienen cabida. Hasta que no seamos más amables los unos con los otros no evolucionaremos como sociedad. Hay que ser comprensivos con la dificultad de los demás. No estamos exentos de nada, así que seamos respetuosos ante ellos.
Me despido como siempre lo hago cuando escribo sobre ti hijo: “Dios te bendiga. Te amo. Un beso enorme y un fuerte abrazo que lleguen hasta el cielo”.
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