El Duelo a la inversa | La Nota Latina

El Duelo a la inversa

La pérdida de un hijo invierte los patrones esperados del ciclo vital. Es tan profunda y dolorosa que aún no se le ha encontrado una palabra para definirla.

Belkis Osorio y sufamiliaCuando una persona pierde a su papá o mamá, queda “huérfana” (o). Cuando fallece un esposo (a) esa persona queda “viuda” (o). Sin embargo, no existe palabra alguna que represente a quien ha sobrevivido a un hijo. ¿Cómo queda esa madre?

Cuando falleció mi Gran Andrés, sentía que el mundo se había derrumbado a mis pies. En mi mente solo pensaba y me repetía preguntas como: ¿Ahora qué hago con tanto dolor, tanta rabia, tanta tristeza, tanto vacío, con un hijo y un esposo a cuestas? Simplemente me fui a mi cueva. Me encerré en mi misma y dejé que el dolor se apoderara de mí. Lloraba y me culpaba, me culpaba y llorara, lloraba y me volvía a culpar por lo sucedido.

Cuando se vive una perdida tan grande, el ser humano no logra ponerle palabras a lo que le pasa, es ahí cuando entra en un limbo. Es una experiencia totalmente devastadora para cualquier madre, sin importar la causa de la muerte o la edad del hijo. El sufrimiento es intenso, duradero y muy complejo. Los padres nos sentimos responsables de la protección de nuestros hijos y su pérdida suele ser vivida como un fracaso y con gran culpabilidad.

NUNCA y lo digo con letras mayúsculas, NUNCA esa madre volverá a ser como antes. Toda la vida en nuestro corazón tendremos a la persona querida. Con la gran diferencia que aquel dolor tan insoportable irá cambiando. Cambiará de matiz, poco a poco, se irá aprendiendo a vivir con él. Pero para ello, es necesario reaccionar, darnos cuenta con consciencia de qué nos pasa y buscar salidas.

El duelo de un hijo es ciego, sordo y mudo. El dolor que te embarga es tan grande que de momento no te permite ver más allá, escuchas voces pero no entiendes, ni logras asimilar nada de lo que te dicen y simplemente no tiene palabras. No tiene definición.

Diariamente al levantarme y al acostarme dedico una oración a mi hijo. Pido a Dios por todas las madres que tienen a un hijo enfermo, desaparecido o privado de libertad. El amor de una madre no conoce fronteras, raza, sexo, color, ni lugar. Aunque cada una vivamos situaciones adversas, compartimos el mismo dolor, un hijo. Las mismas angustias, los mismos sentimientos de culpa y de llanto. A diario le imploro al Señor fortaleza, para continuar viviendo con su ausencia. En mi mente, alma, corazón y espíritu sigue presente mi Chocolate. Apodo que le pusimos por su color de piel.

Duelo a la inversaPese a que han transcurrido cinco meses de aquel terrible día, puedo asegurar que ésta perdida, no se supera. El dolor es parte de nuestra historia y queda instalado en nuestro cuerpo. A partir de ahí, surge una formación que te lleva a una transformación.

Muchas personas, aunque en principio me causó molestia, en la actualidad me es indiferente, me miraban con lástima. A quienes lo hicieron, les puedo asegurar que el dolor no es una enfermedad, ni es un problema que haya que resolver. Simplemente el dolor se expresa, no se guarda, y mucho menos se  esconde. No hay razón para hacerlo tabú. Si estás dolido simplemente llora si tienes que llorar. Hazlo donde, cuando y cuantas veces quieras.

Si en este momento sientes dolor, es válido que te expreses. Que llores, tienes derecho y libertad de drenar tus emociones como mejor te plazca. En este camino tan empinado que me ha tocado escalar, me he topado con cualquier cantidad de personas inescrupulosas. Lamentablemente vivimos en una sociedad donde es fácil vivir la vida de otro y no la propia.

Por decisiones tomadas, he sido blanco de todo tipo de comentarios. En  principio fui señalada por haber tomado la DECISIÓN de incinerar a mi hijo. Simplemente no tenía el valor de torturarme yendo a visitar su tumba. En ese momento, en el que sólo necesitaba compañía, apoyo y comprensión, había gente que estaba pendiente de juzgar.

Nadie sabe, ni se imagina el dolor que lo embarga a uno como madre. No saben que con ese bebé, con mi Gran Andrés, también murieron muchos sueños e ilusiones. Que en mi corazón se abrió un hueco como un agujero negro que no se llenará con nada, y aunque solo Dios en su tiempo perfecto sabe por qué sucedió así, esos comentarios de la gente me dolieron y me hicieron mucho daño. Ya hace cinco meses que el corazoncito de mi bebé dejó de latir, que conocí el dolor más grande del mundo y este vacío a pesar del tiempo, siempre estará conmigo.

Todos los días, desde que mi Gran Andrés ya no está físicamente, vivo con el corazón entre el cielo y la tierra; y así será hasta que volvamos a encontrarnos. Me despido como siempre lo hago cuando escribo sobre ti: “Dios te bendiga hijo. Te amo. Un beso enorme y un fuerte abrazo que lleguen hasta el cielo”.

 

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E-mail: osoriobelkys22@hotmail.com

 

Belkis Osorio
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