Lo que empezó el sábado 23 de febrero y que continúa hoy frente a las cámaras del mundo en la frontera entre Colombia y Venezuela bien parece una zona de guerra. Es el antónimo de la anhelada y publicitada entrega de ayuda humanitaria por parte de los Estados Unidos.
La crueldad de la imagen del dictador Nicolás Maduro bailando salsa en Caracas al frente de sus simpatizantes, declarando victoria porque le quitó el pan de la boca a miles de venezolanos, fue como echarle sal a una herida abierta.
Si bien es cierto que el liderazgo del presidente interino Juan Guaidó ha inspirado a la administración Trump, la Unión Europea y las repúblicas vecinas a respaldar su sueño emancipador, todos están ignorando la consigna de guerra del filósofo chino Lao Tzu: “No hay peligro más grande que subestimar al enemigo”.
Maduro, en lugar de rendirse logró demostrar que dos décadas de dictadura no se disuelven con un concierto o con las súplicas de mujeres de rodillas.
Lo ocurrido durante el fin de semana fue una bofetada en la cara del pueblo venezolano. Pero no solo de la mano del régimen de Maduro, sino también de la ingenuidad de la coalición pro-libertad.
Desde la visita del presidente Iván Duque a Washington la crisis de Venezuela ha sido amplificada en los medios de comunicación estadounidenses. Tanto así que llevan dos semanas diciendo que el final del régimen de Maduro está cerca. Pero la pregunta se mantiene, ¿cuánto se va a tardar?
Aunque decenas de militares venezolanos han renunciado a la dictadura, refugiándose en territorio colombiano en los últimos días, éstos son una aguja en un pajar.
Maduro lleva años purgando la cúpula militar. Ha recompensando la lealtad de los que siguen firmes a su lado otorgándoles amplio poder económico por medio de la dirección de las empresas nacionalizadas más grandes del país como la petrolera PDVSA.
Esto significa que para tumbar a Maduro hay que tumbar a las fuerzas militares y la única vía de negociación que éstas entienden, por su naturaleza, es la guerra.
No obstante, aunque el presidente Trump, el vicepresidente Pence y el secretario de estado Pompeo continúan diciendo que todas las opciones están sobre la mesa, lamento ser pesimista pero es solo discurso.
Si algo ha demostrado la gestión del presidente estadounidense durante sus dos años de gobierno son las políticas de mantener a los EEUU al margen de conflictos extranjeros. Para la muestra, el controversial plan de retirada en Siria.
Además, los motores de las elecciones presidenciales de 2020 ya empezaron a calentarse y la intervención militar en Venezuela es un riesgo político muy alto para Trump.
El comienzo del final de la dictadura en Venezuela parece haber iniciado y las enormes reservas de crudo son para los gringos como un dulce para un niño: irresistibles. Aunque esto garantiza el interés de Estados Unidos, el fin de Maduro seguirá en suspenso.
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