El 13 de agosto se cumplieron 19 años del asesinato de Jaime Garzón. El único hombre que fue capaz de crear humor en Colombia sin afiliación política logrando en lugar de dividir, unir al país en contra de la corrupción y abusos del gobierno.
Por medio de Nestor Elí, Dioselina Tibaná y Heriberto de la Calle, entre otros, Jaime Garzón logró disfrazar su implacable sátira con la bondad de personajes folclóricos que se robaron el corazón de millones de televidentes que sintonizamos sus programas.
Cuando “¡Quac! El Noticiero” salió al aire en febrero de 1995, yo tenía 14 años y a pesar de que a esa edad poco o nada me interesaban los densos temas de coyuntura política y actualidad, Jaime Garzón logró informarme al tiempo que me hacía reír.
Dos años después, mis familiares me apodaron Inti de la Hoz cuando en 1997 decidí estudiar Comunicación Social en la Pontificia Universidad Javeriana, o mejor dicho, “La Ponti”, como se refería la periodista light a nuestra Alma Mater.
Han pasado casi dos décadas y el vacío que Jaime Garzón dejó en el periodismo de opinión humorístico nadie lo ha podido llenar. Aunque su humor era irreverente e insolente–una verdadera piedra en el zapato de aquellos que tenían rabo de paja–Garzón jamás le faltaba al respeto a una persona o colectividad.
Garzón decía que todos los políticos en Colombia son “como Pilatos; quienes no niegan se lavan las manos“, lo cual le daba tela de sobra para cortar sin necesidad de tomar partido en ningún bando.
Es más, dos de los personajes a quienes más dirigió sus rigurosas críticas fueron los expresidentes César Gaviria y Andrés Pastrana, de quienes Garzón fue amigo y miembro de sus campañas y gobiernos.
Por el contrario, los periodistas y caricaturistas de la actualidad se toman todo en serio. Se convirtieron en alfiles de ajedrez protectores del rey de su elección y son incapaces de atacar a las fichas que se encuentran al lado de sus diagonales. Además, utilizan un lenguaje vulgar y un tono de insulto generalizado.
Lo más preocupante es que esto no solo está ocurriendo en Colombia sino en Estados Unidos y en el mundo. La censura de chistes, porque no son “políticamente correctos” o en línea con la ideología del medio de comunicación, pone en evidencia que el humor como el periodismo también perdió su objetividad.
El buen humor de Jaime Garzón le hace falta a nuestro país más que nunca. Él se ganó la confianza de los colombianos porque sabíamos que su mamadera de gallo era imparcial. En cambio hoy en día, hasta los chistes hay que investigarlos.
FOTO: flip.org.co
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