Mis pasadas vacaciones en Colombia me dejaron, además de varios kilos de más, una nueva filosofía de vida. Los días que pasé en Casanare y el Altiplano Cundi-Boyacense me hicieron reflexionar sobre la manera cómo existo en el tiempo.
La realidad es que la Tierra rota a la misma velocidad, en cualquier longitud o latitud del planeta, y nada en el universo lo puede cambiar. Mientras mi tío–cultivador de arroz–vive su vida literal y metafóricamente a la velocidad de la luz, es decir sin afán, yo paso mis días como ratón de laboratorio, corriendo en una rueda de metal sin llegar a la meta.
Teniendo en cuenta mis limitaciones geográficas, luego de mi llegada de Colombia decidí adoptar unos pequeños cambios para beneficiar mi salud mental. Como dicen por ahí, para querer a otros hay que quererse uno mismo.
“El primer cambio fue en las mañanas de lunes a viernes. Antes de las vacaciones, brincaba de la cama a la ducha como un saltamontes cuando sonaba el despertador. Me emperifollaba para la oficina, luego me atoraba con un pan y un café frío empacando la lonchera de mi hijo, mientras él, mi marido y mis dos perros desayunaban como reyes”.
Ahora, cuando el despertador suena, duermo 8 minutos más. Me levanto con tranquilidad a desayunar con mi esposo y comentar las noticias del día. Luego le empaco la lonchera a mi hijo, lo despierto con cosquillas en lugar de gritos, y mientras él y mis perros se desayunan, yo me arreglo.
“No sé cómo explicarlo, pero el genio me cambió. Aunque el marco de tiempo es el mismo de antes–6:10 a.m. a 7:50 a.m.–hoy logro completar la rutina de la mañana eficientemente sin necesidad de afanar a mi hijo como el sargento de una brigada de infantería”.
El segundo cambio fue empezar a conectarme con la naturaleza para controlar el estrés. Ya que no puedo estar en el campo, lo más cercano es jugar golf. Desde hace años he visto a mi esposo dedicar horas a la práctica de este deporte–hasta llegué a pensar que se estaba escondiendo de mí–y siempre me ha dicho que jugar golf lo relaja.
Pues decidí creerle y empecé a tomar clases el viernes pasado. En lugar de un caballo me monté en un carrito de golf y la verdad es que, sentir los rayos del sol y escuchar el sonido de la brisa moviendo las ramas de los árboles en estas tardes de primavera, me han acercado a un lugar mental que estaba buscando.
“El estrés debilita el sistema inmune y por ende es la causa, o agravante, de condiciones como la gripe común, aumento de peso, falta de sueño, problemas cardíacos, depresión, úlceras y dolores lumbares, entre muchos otros. Algunos estudios hasta le atribuyen la responsabilidad de varios tipos de cáncer”.
Por eso me pregunté, ¿tengo que esperar a recibir un diagnóstico catastrófico para hacer pequeños cambios que beneficien mi vida? La respuesta fue no. Priorizar mis necesidades antes que mis deberes como madre, esposa o empresaria no es un pecado. Por el contrario, es un derecho y los beneficiados son mis seres más amados.
“Del afán no queda sino el cansancio” es un refrán muy sabio y pienso seguir aplicándolo en mi vida en la medida que no me convierta en un honorable representante del congreso.
Gracias por leer y compartir.
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