Estamos en una semana muy importante para la cultura estadounidense, este jueves 25 se celebra el Día de Acción de Gracias. Llama la atención el ambiente de fiesta, el buen ánimo que se respira, el deseo de compartir. Es una actividad que reúne a las familias como ninguna otra en esta sociedad, llamando la atención que sea dedicada una festividad para dar ¡Gracias!
Esta circunstancia me motivó a escribir al respecto. ¿Por qué es importante agradecer? ¿Por qué debe ser una práctica continua? ¿Puede enseñarse a nuestros hijos?
Agradecer es el acto generado por la experiencia subjetiva de gratitud. Agradecemos cuando valoramos lo que hemos recibido, sea material o inmaterial. Esta reacción es generada por actos de gentileza de otras personas, por regalos recibidos que generan en nosotros reacciones positivas.
Gestos de generosidad
Existen entonces dos eventos que se relacionan, uno es el ser sujeto de un gesto de generosidad y el otro, nuestra consiguiente reacción positiva por la valoración de éste. Considero que es en esta última parte de la interacción, donde tenemos total responsabilidad y control, es decir, seremos agradecidos o tendremos que agradecer en la medida que identifiquemos los gestos de generosidad a nuestro alrededor. La pregunta es, ¿lo hacemos en todos los casos, con todo tipo de manifestaciones generosas a nuestro alrededor? ¿Sabemos identificar todas las manifestaciones generosas?
Desde pequeños y como norma de cortesía se nos enseña a decir “gracias”. Cada vez que recibimos un regalo de cumpleaños, algún dulce o servicio por parte de otra persona, se nos fue inculcado decirlo. Progresivamente vamos entendiendo, o por lo menos deberíamos, que el afecto, cuidado, reconocimiento, valoración y amistad que otros nos dan, se van convirtiendo en regalos valiosísimos. Probablemente apreciemos primero los gestos de los amigos, de los externos, para luego valorar todo aquello que nuestros padres, hermanos y otros familiares han hecho para que nuestra vida sea mejor.
Un hábito emocional
Sin embargo, el llamado sería a hacer del agradecimiento un hábito emocional que empiece por la valoración de todas las generosidades que se han expresado en la familia. Agradecer la protección y esfuerzo de nuestro padre por mantener con su trabajo a la familia. Agradecer a nuestras madres el afecto, el cuidado directo, la satisfacción de nuestras necesidades, el ser la multitarea del hogar. Agradecer a nuestros hermanos la solidaridad y compañía. Agradecer a los hijos la retribución de su cariño en las muchas modalidades que ellos tengan para hacerlo. Agradecer a los abuelos ese cariño y cuidado que sólo ellos saben proporcionar.
Disfrutaremos de la experiencia de agradecimiento en la medida que ampliemos o sensibilicemos a nuestra mente a percibir más allá de lo material, a trascender hasta captar y valorar las manifestaciones de las emociones más sublimes. Regalos cuya expresión puede pasar desapercibida por ser sencilla y sin muchas complejidades.
Comencemos los adultos por nosotros, para luego poder enseñar a los más jóvenes. Hagamos del agradecimiento una práctica sencilla, concreta y diaria. De esta manera, el Día de Acción de Gracias será sólo el momento social donde festejamos abiertamente un hábito emocional que nos alimenta todo el año.
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