“Este lugar es el origen de todo. Él es el verdadero autor de la obra. Lo único que hice fue descubrirlo. El viento, el mar, la roca, todos ellos intervienen de manera determinante. Es imposible hacer una obra como esta sin tener en cuenta el entorno. Es una obra que he hecho yo, que no he hecho yo”.
Eduardo Chillida
Eduardo Chillida Juantegui, el escultor y grabador español, conocido muncialmente por sus trabajos en hierro y hormigón, cumplió recientemente 20 años de muerto. Su obra más conocida es El peine del viento, ubicada al final de la playa de Ondarreta, en San Sebastián, donde ahora se celebra el festival de cine internacional:Zinemaldia.
Sus creaciones se encuentran en Zabalaga el caserío-museo, ubicado en la Provincia Vasca de San Sebastin, donde que ha enfrentado visicitudes para permanecer abierto, incluyendo el Coronavirus.
Zabalaga es el nombre del caserío-museo con el que Chillida siempre soñó y que el mismo contribuyó a crear. Allí, en sus jardines, descansan sus monumentales esculturas entre las que pasean los visitantes a su antojo mientras que en el interior de este inmenso caserío vasco se exponen obras de menor tamaño.
En realidad, Chillida Leku lleva un años abierto tras permanecer cerrado 8 años; el COVID es sólo una más de las vicisitudes a las que tenido que enfrentarse.
Los primeros años, tras su apertura Chillida Leku era gestionado por la familia que apostaba por la autonomía. El déficit sin embargo les obligó a negociar con las instituciones la venta del museo; una operación compleja que terminó, en 2011, con un cierre temporal de 8 años hasta que el pasado año se reabrió tras alcanzar un acuerdo con la galería suiza Hauser & Wirth que abría el museo a obras de otros artistas.
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Con esa imagen fui creciendo y, en la medida de mis posibilidades, descubriendo esos otros mundos relativamente cercanos. Así confirmé que estaba en lo cierto, que somos iguales y somos distintos. Que nos unen costumbres y nos separan hábitos. Que usamos los mismos condimentos y dan lugar a diferentes comidas.
Y seguí creciendo, al menos en edad. Las posibilidades para disfrutar de viajes y gastronomíahan sido desiguales en función de cada etapa vital, pero he aprovechado cada una de ellas. Y lo sigo haciendo sin dejar de ser periodista en la radio, profesión con la que también soñaba y que se ha convertido en mi sustento económico.
Lamento que por largos que sean mis pasos y larga mi vida, nunca habrá tiempo suficiente para conocer todas las maravillas que esconde nuestro mundo. Pero lo realmente terrorífico es que no sepamos conservarlas. Aprieto mi paso, planifico nuevos destinos y sigo en ello. Me queda mucho por conocer dentro y fuera de España, donde vivo. Me queda mucho por viajar, mucho por leer, mucho por vivir. Y ójala pueda hacerlo junto a mi familia, a la que quiero por encima de todo.
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