Dilemas familiares: entre ser y aparentar | La Nota Latina

Dilemas familiares: entre ser y aparentar

En estos días miraba una de las redes sociales y me topé con una imagen de un caricaturista argentino llamado @tutehumor, donde una niña le dice a su madre: “Quiero que nuestra familia sea como le contás a tus amigas que es”. No pude dejar de preguntarme: ¿cuántas veces se repetirá esa escena en la realidad o en el pensamiento de muchos miembros en la familia, incluyendo al adulto mismo que intenta aparentar lo que no es?

La vida social siempre ha presionado a la familia a seguir el “guión” establecido para ella, dado el momento histórico en el que se encuentra. Así como existen modas en cuanto a vestimenta, nombres de niños, estudios, etc., igualmente existen modas en la familia. Sin embargo, una costumbre que nunca pasa de moda es querer mostrar una familia o hablar de una familia que en realidad no se tiene.

En la actualidad, las redes sociales se han convertido en la pantalla donde se comparten y la mayor parte de las veces “se exhiben” las vivencias familiares, desde las más públicas hasta las más íntimas. Y si bien en el albedrío personal se encuentra la decisión del uso o no de las mismas, el problema se presenta cuando ella es sólo el “montaje” de una realidad que no se vive. En efecto, pueden existir fotos y videos, donde se sonríe y se disfruta, sin embargo, los mismos llegan a ser la elección muy parcelada y aislada de la verdadera experiencia familiar. Ahora bien, la idea no es hacer una crítica a esta tendencia, sino más bien, entender la función que cumple y rectificar pautas de vida familiar para no necesitar aparentar.

Aparentamos o creamos una realidad inexistente en cuanto a la vida familiar, básicamente, porque consideramos que no cumplimos el “ideal de familia” normalmente expresado en: una pareja armónica, hijos con adecuados modales y respetuosos, momentos familiares de comunicación, expresión afectiva y gusto por estar juntos, en fin, la historia perfecta. La pregunta es, ¿Cuántos de nosotros cubrimos todos esos rubros al mismo tiempo?

Cuando hice mi entrenamiento en Terapia Familiar Sistémica, hace 18 años, uno de los regalos que agradecí fue quitarme el peso de querer tener una familia perfecta. La noticia liberadora era que todos tenemos problemas, momentos oscuros, secretos que nos avergüenzan, familiares no gratos, por comentar algunas de las dificultades que se atraviesan. Al ser un producto humano, la familia no puede ser menos falible que la persona misma.

Muchos podrán alegar que me enteré tarde, que eso todos lo saben. Es cierto, es una verdad “teórica” que, sin embargo, muchos intentamos esconder a toda costa, o por lo menos no comentar, obviar o evitar responder, si se nos pregunta directamente. Aceptar que está sucediendo es parte de encontrar la solución. Puede parecer muy cliché, aunque terapéuticamente es parte del proceso la toma de conciencia y aceptación del problema.

Soy de las personas que piensa que cuando somos conscientes de las responsabilidades que adquirimos, en el caso de ser familia, y actuamos comprometidos con nuestro rol, estamos dando al resto de los miembros, muestra de nuestra genuina y sincera voluntad de estar y dar nuestro mejor desempeño. Dicha acción es siempre advertida y valorada, no importa si llegase a ser equivocada, ya que las características de involucramiento darán lugar, muy probablemente, a las debidas y adecuadas rectificaciones.

La verdadera y real tarea es enfrentar los retos de ser familia, enmendar los errores que son muchos, estar dispuestos a aprender, por medios formales o a través del contacto honesto con otros, el cómo ser mejor padre, madre, hermano o hijo. Por supuesto, existirán momento en los cuales las circunstancias desbordan nuestras capacidades y es cuando estamos ante el momento apropiado de buscar ayuda con profesionales en el área.

Termino insistiendo en esta manifestación: nuestros hijos siempre estarán mirando nuestras acciones. Es preferible que nos vean rectificando errores que construyendo fantasías o mentiras para cubrirlos; que invertimos más tiempo en hacer genuinas experiencias que contando historias “maquilladas” a otros.

Fotos: pixabay.com

 

 

Cristina Paz
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