Dicen que el Realismo Mágico es una actitud frente a la realidad… Tú ¿serías capaz de crear tu propio mundo?
Hace siete años me gradué de comunicador social en la Universidad Santa María, institución ubicada en Caracas, Venezuela. Recuerdo claramente que para ese evento, tan esperado por mi familia y por mí, tomé la decisión de entregarme al bisturí, con miras a esculpir mi gruesa nariz, herencia de mis antepasados negros, indios y mantuanos –toda una oda al mestizaje en su máxima expresión–.También aproveché la ocasión para ponerme en manos de la barquisimetana Granya González Gruber, quien con sus prodigiosas manos y sus finos productos me hizo una poderosa limpieza de cutis, de esas que seguramente está acostumbrado a recibir un modelo de Ralph Lauren o una bella veinteañera participante del Miss Venezuela. En resumen… la idea era verme y sentirme genial para ese gran momento: mi graduación.
Hoy, ya superada la inflamación de aquella cirugía plástica, la cual debo admitir que perdí (la fisonomía de mulato es batalladora), y de repetir cada tanto lo de la limpieza de cutis, me veo al espejo y sonrío. Sin presunciones, veo en mi reflejo las canas de treinteañero, mis rasgos de hombre latino, los vestigios que han dejado las noches de fiesta, las preocupaciones y el insomnio… Entonces pienso: ¿Si así como uno se observa y llega a considerar la intervención del bisturí en su vida, será esto posible en la sociedad actual? ¿Se arreglaría aunque sea un poco?
Según mi perspectiva, mandaría a hacer un «completo», es decir, una operación que iría desde levantar los párpados para que como ciudadanos del mundo veamos con respeto la diversidad cultural, religiosa, política y social de cada persona hasta una gran liposucción para eliminar la grasa que ensucia nuestras calles, avenidas, nuestras playas, campos de entrenamiento, montañas mágicas y todo aquél vestigio de mala alimentación que nos ha marcado como un mundo dominado por el smog y los derrames petroleros.
Me detuve a pensar que al limpiar el cutis de la sociedad eliminaría las células muertas que ha dejado la intolerancia, la sangre derramada por los mártires de las guerras injustas, las costras de los gobiernos corruptos apoyados por borregos resignados a su marca eterna.
Pondría dos hermosas prótesis mamarias para destacar las bondades de la suntuosa silueta femenina llamada patria y dejaría esa caída natural en forma de pera que asemeja a la pureza de los campos repletos de hojas verdes y flores coloridas y no llena de bultos cancerígenos y malignos creados por los vicios y la irresponsable desidia de quienes contaminan todo a su paso.
Me atrevería a recoger un poco el lóbulo de las orejas para poder escuchar con atención y respeto las diversas posiciones de aquellos que no piensan igual que yo, que sienten y viven distinto, pero que pueden coexistir en la misma sociedad.
Aprovecharía la anestecia para aplicar unas dosis de plasma que regenerara el concepto de amistad, de matrimonio, de familias y así construir bases más sólidas que irían, como dicen los peluqueros “de la raíz a la punta”.
Finalmente, haría un levantamiento de glúteos para despertar la paciencia que debemos tener al esperar el momento correcto para actuar en aras de una mejor sociedad, para no desesperar ante las vicisitudes de la cotidiana y cirquense vida y por ende a conservar la tolerancia y la fe.
Al terminar limpiaría con las gasas los resentimientos que nos han inculcado los dirigentes políticos, quienes en una larga trayectoria nos van empujando a no aceptar los ideales de los ciudadanos.
Así pasaron más de 30 minutos, haciendo un coqueteo con el Realismo Mágico de mi imaginación y soñando con esta larga cirugía que haría en un amplio quirofano, con vistas al Monte Everest y en el que participarían muchos ayudantes, todos desde sus diferentes áreas de trabajo. Abarcando desde la necesaria mecánica aumotriz hasta la subestimada carrera de conductores de autobuses colectivos, pasando por el psicológo, los maestros, abogados y otras carreras y oficios algunos remunerados y otros obviados por la Seguridad Social.
Finalmente, y como el tan mencionado padre de la libertad de mi país Simón Bolívar diría en su obra Mi Delirio Sobre el Chimborazo «… Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso diamante que me servía de lecho…» y conclui que sería mejor ejercitarse e inculcarle a las generaciones jóvenes y futuras la importancia de una sociedad justa, tolerante y perseverante.
Cierro con una pregunta que rescataron anonimamente de un congreso acerca de la vida sostenible celebrado en Brasil «Todos pensamos en dejar un planeta.mejor para.nuestros hijos… ¿Cuándo nos ocurrirá pensar en dejar mejores hijos para el futuro de nuestro planeta?».
José Tadeo Bravo Socorro
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Excelente artículo que desnuda la cruda realidad!!!