Cuando se acaben los días, un poema de Eduardo Escalante | La Nota Latina

Cuando se acaben los días, un poema de Eduardo Escalante

A diario conjugamos desafíos, esperanzas, fracasos, errores. Así vivimos, pero llega un momento en la vida de cada uno enfrenta un desenlace mayor, llega el momento de cosechar el cariño construido, lo peor sería la soledad.

 

Cuando se acaben los días

 

El dios sentado era verde como este
árbol inclinado, lleno de ramas,
frescas contra la suave luz del sol.
Pienso en las simples ecuaciones
de la misericordia y la gratitud,

pienso en las armonías tensas de los días,
los cuerpos frágiles que se
arrastran por el presente,
los ojos todavía con la esperanza,

amor/claridad, su tienda médica,
el amanecer esperando en la sombra
para sacarme de todo esto.

Beso mis fisuras y las fisuras de la desperación

del mundo.
Escucho el largo viaje de la sangre a través de lo incierto
para seguir atisbando cada cada átomo
de la existencia y atrapar la célula extraña.

Inclino la mirada hacia los rostros de los perros
cuando nos miran, la niña persiguiendo
una pelota que se la lleva el viento,
una anciana que camina a esperar a la nieta,
la sonrisa de mi compañera cuando
la suculenta cambia de vestimentas
pues se ha enamorado del sol.

Le digo a ella: Has caminado bien la caminata.
Tu patrón es antiguo. Lo vengo sintiendo

desde siempre.
Me dices: sigue adelante, sigue adelante.

Le digo: Esto no es mucho pero es mi todo.

Si no hubiéramos podido hacer este hermoso jardín,

no entenderíamos las circunstancias .

Me hubiera quedado solo como las abejas,

más allá de la conciencia, más allá de un

auto reproche, y sin crecer en nada.

No hemos construido un museo de decepciones.

Mira cuanta semilla cae

alrededor y los pájaros disputan.

Ahora trabajamos en limpiar la sangre perpetua,
mis pecados nunca fueron lo suficientemente grandes

como para desesperarme.
Levanto las manos y los coros que nos llegan
del universo como el olor de un momento inocente.

Clausuramos el día diciéndonos:

Sigamos traviesos engañando al infierno,
tenemos refugios para distracciones,
además de una capilla de encantos,
el sonido puro de nuestras juventudes
nos acompaña. Felices sabiéndonos.

 

Eduardo Escalante
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