En algún momento de la vida, los hijos enfrentan los dolores de los padres, sufren, quieren acompañarlos y no saben cómo. Entonces, surge la oración de la empatía y se unen las manos para disfrutar el tiempo presente y lo que puede perdurar.
CUANDO EL PÁJARO CHOCÓ CON EL VIDRIO DE LA VENTANA
Ahora veo a mis hijos
a la deriva, ninguno observador escéptico
demasiados acordes profundos en mi ser,
cierran sus ojos para comprender esta música,
quieren oler el rumor del viento.
Las horas trajeron botas oscuras
Desestabilizando sus hombros en
Tiempos difíciles
Demasiadas vigas que trasladar
Quieren saber a dónde va mi canción,
su amor corre agitado, estar cerca.
No quieren ser halcones con anteojeras.
Podemos mantener lo que somos.
Quedémonos quietos como si una mano
nos dejará en reposo.
Cerremos las puertas del jardín
por donde entran nuestros fantasmas
y pasemos un rato en los brazos de la primavera,
escuchándonos,
mientras pedimos que perduremos.
Otro mundo. Este. El nuestro.
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