En promedio, los consumidores estadounidenses consumen cerca de cuatro tragos a la semana. Y en la medida en que beben, es más probable que sea el fin de semana que cualquier día durante la semana.
Un cóctel en el aperitivo, unas copitas de vino en la comida, un gin-tonic tras el café… El alcohol es una sustancia cotidiana, consumida de manera esporádica o habitual por cuatro de cada 10 estadounidenses. Eso incluye el 32% que dice haber consumido entre uno y siete tragos en la última semana y otro 9% que consumieron ocho o más bebidas. Un 22% consume de manera menos rutinaria, mientras que poco más de un tercio no bebe en absoluto.
En promedio, los consumidores estadounidenses consumen cerca de cuatro tragos a la semana. Y en la medida en que beben, es más probable que sea el fin de semana que cualquier día durante la semana.
Muchas personas no son conscientes de que están tomando una droga y que están perjudicando seriamente su salud, muy en concreto su hígado, que trabaja a marchas forzadas para digerir el exceso de alcohol. En los inicios no hay señales externas que demuestren que se está perjudicando al organismo más allá de las resacas y el dolor de cabeza tras una borrachera y, por ello, tardan en darse cuenta de que tienen un problema.
Sin embargo, no hay que obviar que el alcohol ingerido en una bebida es absorbido en el aparato digestivo, desde donde pasa a la circulación sanguínea en la que puede permanecer hasta 18 horas. Es eliminado finalmente a través del hígado. La presencia continuada de alcohol en el organismo y su consumo repetido es responsable de la mayoría de las lesiones que esta sustancia produce en nuestro cuerpo, como la cirrosis hepática o las encefalopatías en las que el funcionamiento de hígado y cerebro se ve gravemente alterado.
Los efectos del alcohol dependen de la cantidad consumida, pero existen otras circunstancias que los pueden acelerar o agravar:
- La edad: Los jóvenes son más sensibles a los efectos del alcohol en actividades que tienen que ver con la planificación, memoria y aprendizaje, y son más «resistentes» que los adultos a los efectos sedantes y a la descoordinación motora.
- El peso y el sexo: El alcohol afecta de modo más grave a las personas con menor masa corporal. En general, la mujer pesa menos y el tamaño de sus órganos internos es proporcionalmente más pequeño. Por lo tanto, menores cantidades de alcohol pueden generar más rápidamente daños psico-orgánicos y desarrollar problemas con el alcohol más fácilmente que en el varón.
- La cantidad y rapidez de la ingesta: Según la cantidad de alcohol consumida, puede considerarse como de bajo, alto riesgo o peligroso. A mayor ingesta de alcohol en menor tiempo, mayor posibilidad de intoxicación.
- La combinación con bebidas carbónicas (tónica, colas, etc.) acelera la intoxicación.
- La ingestión simultánea de comida, especialmente de alimentos grasos, enlentece la intoxicación pero no evita ni reduce los daños al organismo.
- La combinación con otras sustancias, como los tranquilizantes, relajantes musculares y analgésicos, potencia los efectos sedantes del alcohol. Cuando se combina con cannabis se incrementan los efectos sedantes de ambas sustancias; en el caso de la cocaína, que es un estimulante, los efectos se contrarrestan, pero la toxicidad de ambas sustancias es mayor que si se consumieran por separado.
La adicción es un proceso complejo y variable que depende de muchos factores por lo que no existe un tiempo concreto a partir del cual una persona pueda considerarse adicta. Sin embargo, suele ser frecuente que, a mayor cantidad de consumo, mayor frecuencia, menor edad en el afectado, menor distanciamiento entre dosis, consumos prolongados y dependiendo de la vulnerabilidad del individuo, el tiempo se vaya reduciendo.
Indicios de un consumo excesivo
Hay señales inequívocas de que una persona tiene un problema con el alcohol. No es imprescindible identificarse con todas ellas, basta hacerlo con alguna:
- Disminución o abandono del rendimiento escolar o laboral.
- Cambios bruscos de humor y en el cuidado y el aseo personal.
- Aislamiento físico, tendencia a aislarse en la habitación.
- Disminución de la comunicación verbal y afectiva.
- Reducción o abandono de aficiones e intereses.
- Pérdida de responsabilidades.
- Aumento de la irritabilidad y el insomnio.
- Aumento del nerviosismo al no poder beber alcohol.
- Necesidad de beber alcohol para empezar bien el día.
- Dificultades económicas y/o pequeños hurtos.
- Problemas legales repetidos relacionados con el uso del alcohol.
- Refugio en el alcohol como manera de enfrentar cualquier situación difícil o problemática.
- Dificultad para controlar la cantidad que se bebe y para limitar el consumo.
Ana Müller, Redacción La Nota Latina
Fotos: www.lostiempos.com/www.netjoven.pe
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